jueves, 2 de agosto de 2012

Devolución TP 5

Esta vez me pareció que en general se leyó menos, se usó menos lo que leyeron y muchas respuestas fueron apenas impresionísticas, y algunas francamente solo para "zafar". Espero no ocurra lo mismo con las monografías. Abrazo.

1) ¿Cómo caracterizaría a la ciudad de Mar del Plata en términos de ecología urbana y de segregación social?




Excelentes las caracterizaciones de Carolina Tavano y Martina Castro de casos de segregación territorial en MdP, utilizando conceptos de Merklen y también de Sigal como distancia institucional y de insuficiencia de integración, en donde la distancia geográfica a los recursos se convierte de por sí en una barrera de segregación. Notable el ejemplo de Martina del programa de la municipalidad para que los niños pequeños de los barrios periféricos o semirurales conozcan el mar.

Estefanía Msrtynowskyj hace una recapitulación histórica de la segregación en MdP, ciudad fundada por un aristócrata y los cambios a lo largo del Siglo XX en la forma de esa segregación que acompaña al fenómeno del turismo. Es muy atinada la apelación a P. Schapira con su idea de fronteras internas de la ciudad y los enclaves y gradientes de pobreza y de segregación dentro de cada zona de la misma. En ese mismo sentido María Robledo repasa la historia de la ciudad que remata en el caso del desalojo de la Villa el Paso y su relocalización en barrios construidos en la periferia.

Dolabani señala también los cortes clasistas de la ciudad y el caso de El Paso. En este punto sobresale el análisis meramente impresionista y la no utilización de los conceptos y los autores.

Joaquín Picón y Agustina Bacciadone dan sus impresiones sobre la ciudad pero falta una utilización de algún concepto de la bibliografía, aunque Agustina introduce la cuestión de los barrios privados.

Karina Galera se limita brevemente a constatar las segregaciones clasistas entre los diferentes barrios de la ciudad.



2) Utilizar ejemplos de Mar del Plata para describir redes de

capital social, que sean particulares del territorio.



Cristian Tibaldi propone con sagacidad un contraejemplo del capital social en los movimientos por la vivienda marplatenses en un barrio en donde en vez de aumentar la solidaridad se fragmenta a partir de la incidencia de la política y el delito. Pero la contradicción puede ser totalmente aparente: la lucha por el control de flujos económicos y políticos del territorio puede significar también diversas oportunidades de aumentar el capital social para algunos de sus miembros. Nadie dice que el capital social o las redes funcionan para unificar barrios o comunidades, muchas veces justamente las dividen. Algo semejante pasa con el ejemplo de “el comedor” de Estefanía Msrtynowskyj: las familias que hacen las veces de organizadoras e intermediarias también extraen ventajas particulares y poder de exclusión sobre otras familias.

Yolanda Herren propone a los migrantes o medieros horticultores bolivianos como redes de solidaridades parentales que dibujan un sendero laboral en el que no están ausentes estructuras jerárquicas e incluso abuso laboral y servidumbre. Sin embargo, la estimación de esta situación como capital social corre por cuenta de las mismos “víctimas” y depende mucho de cómo eran sus condiciones de vida en sus lugares de origen. Es decir, ser un trabajador esclavo de un taller textil propiedad de un familiar, puede resultar mejor que ser un desocupado o un recolector de coca que trabaja por temporadas. Habría que preguntarse si en estos casos el capital social en realidad no tiene nada que ver con la solidaridad.

Karina Galera menciona brevemente que ella conoce gente buena que le da el desayuno a los chicos pobres.



3) Lommnitz afirma que es la escasez y no la abundancia la que vuelve generosa y solidaria a la gente en los barrios populares. ¿Cómo diferenciaría las redes de solidaridad descriptas por la autora de las formas de solidaridad “institucionalizadas” de Caritas, Unicef, etc.?



Martina Castro y M. Moschella señalan con acierto como elemento diferenciador la simetría de las relaciones de reciprocidad entre pares de pobreza y la asimetría con los funcionarios o las instituciones de ayuda o asistencia. Hay que recordar, para evitar todo romanticismo, que en la enorme mayoría de los casos los pobres incluso luchan para ser incluidos en estar relaciones de solidaridad asimétricas, e incluso que la disponibilidad de recursos obtenidos mediante estas formas de solidaridad institucionalizadas son las que permiten luego ser distribuidas a través de la cooperación espontánea entre vecinos o parientes: la obtención de los Planes Trabajar era “socializada” al interior de los movimientos de desocupados tomando criterios de integración barrial, confianza, etc. Joaquín Picón además introduce con acierto el tema de la escala de acción de ambas formas de solidaridad. María Robledo introduce una cuestión interesante: el altruismo puede tener connotaciones jerárquicas y asimétricas ya que solo puede ayudar desinteresadamente quien no está inmerso en la necesidad de los destinatarios de la ayuda. La reciprocidad horizontal de los marginados siempre tiene algo de “interesada” en la medida que comparten la necesidad y buscan satisfacerla.

Milagros Dolabani señala también muy claramente las diferencias verticales que separan ambos tipos de solidaridad pero no me queda claro la cuestión de la exigencia de “reciprocidad” o de comportamientos devolutivos por parte de los beneficiados por las organizaciones institucionalizadas.



4) La rehabilitación de la respuesta estatal a las clases populares a partir del 2003 ¿cómo afecta a las organizaciones sociales y comunitarias o los movimientos sociales y políticos que nuclean a las clases populares en sus territorios?. ¿Hay algún caso interesante en Mar del Plata?.



Cristian Tibaldi ofrece las luchas por la vivienda del LST y MPL y recurre al concepto de Merklen de inscripción territorial con sus componentes de lazo social y político. Es curioso que se mencione por un lado que no hay cambio en las políticas de las autoridades más que en lo discursivo, que “en la negociación y en la represión” se ve que no hay cambio alguno, para terminar reconociendo que finalmente tienen 41 viviendas y van a construir 60 más. ¿No hay una contradicción al menos en parte entre estos dos argumentos? Aunque no conozco casi nada de los gobiernos anteriores marplatenses ¿el solo hecho que se haya negociado después de una toma no me parece que sea algo común en la década del ’90 al menos? Y si esto es así, efectivamente habría que hablar de un cambio.



Maria Eugenia Garcia propone el ejemplo del frigorífico Sadowa convertido en cooperativa de trabajadores mediante el recurso a relaciones de confianza territoriales, aunque no se explicita demasiado este punto. Están bien las puntualizaciones de Merklen referidas al lazo político, las demandas hacia el estado, la búsqueda del reconocimiento, etc.



5) Describir en qué medida la teoría del capital social puede
ser acusada de "economicista"



Herrén y Tavano decididamente analizan estas teorías como derivaciones del individualismo metodológico, y de las teorías utilitaristas de la acción. Pero creo que Bourdieu no comulga con estos supuestos de maximización para los que los actores deberían disponer de reglas de cálculo e información “objetivas” y precisas. La teoría de la práctica supone no sujetos calculadores con reglas universales reductibles a la ventaja económica, sino sujetos prácticos que arbitran sobre lo razonable sabiendo lo irreductible de los distintos campos. El capital social no supone necesariamente la expectativa de una ventaja material como parecen pintar el economicismo de otros autores. Al contrario convertir todo en ventajas materiales hacer reducir el capital simbólico y probablemente redunde en pérdidas de capital social. La dimensión “desinteresada” de la acción está bien marcada en Bourdieu no como puro altruismo o “ceguera” si no como terreno importante de disputa en el espacio social y simbólico a manera de compensación de desventajas materiales.

Moschella ofrece una lectura más matizada de Putnam y compañía: los “activos éticos”, la confianza, el asociativismo, etc. como forma de no caer en el economicismo. Pero hay que ver aquí y en general en todos los textos de los organismos internacionales sobre promoción y desarrollo social, que las reservas éticas tienen una inmediata valorización “económica” en términos de desarrollo. A la manera del puritanismo protestante pareciera que la “ética” en realidad ayuda a los negocios, y entonces la ética es valorizada también como facilitador económico, que podría considerarse una versión atenuada de economicismo. Sería interesante traer a cuenta el enfoque de Elster (individualismo metodológico y rational choice): la ética se valoriza cuando la anomia hace imposible que nadie ni siquiera los poderosos se vean beneficiados, al revés la especulación con las normas éticas se valorizan cuando la mayoría de la gente cumple con las normas e impera la confianza, es allí cuando el especulador se abusa y saca ventaja de no acatar las normas. Esto explicaría en parte porque el Banco Mundial apoya las políticas más ultraeconomicistas en lo macro y más solidarias en lo micro.

miércoles, 18 de julio de 2012

Devolución TP 4


En términos generales sobresale el hecho de que casi tod@s se colgaron del efecto hípergenerador y de los piqueteros o la desobediencia civil en la dictadura. Fueron excelentes todos los aportes en el tema militancia, y da lugar seguramente a muchas opiniones y posibles debates. Es muy bueno que todos o la gran mayoría hayan tenido o tengan experiencia militante y que puedan reflexionar sobre ello.
No hubo interés en la cuestión del capital social y solo una trajo un tema propio de la conflictividad de la ciudad de Mar del Plata, lo que es algo raro para estudiantes de sociología. Veamos por consigna.

Consigna 1 sobre los piqueteros.

No se entiende bien el planteo de Karina Galerna (dice que es la 6 pero contesta claramente la 1), hay que releer el texto de Craig Jenkins sobre la movilización de recursos y el de Light y Keller en la parte que dedica a Tilly. ¡Los recursos movilizados no se refieren a “generar fuentes de trabajo”!.

Maria Eugenia Garcia señala con razón el elemento de interés común invocado por Tilly y señala con acierto los dilemas organizativos de los movimientos: centralización o descentralización. Mariano Malvica señala el apoyo de otros sectores a la causa piquetera, sobre todo el apoyo de ciertos sectores del periodismo, la militancia universitaria y los movimientos sociales, es decir moviliza “recursos” humanos en torno a su lucha.

Estefanía Martynowskyj parte de manera precisa de las diferencias entre ambos modelos de análisis y caracteriza excelentemente el surgimiento de los primeros grupos de piqueteros en términos de los 6 factores de Smelser. Se subraya la importancia del señalamiento de la radio como factor de conductividad estructural. El análisis desde el punto de vista de Tilly es más esquemático.

Uno de los elementos que extrañamente no aparecen en las caracterizaciones es la movilización de recursos simbólicos, identitarios y de experiencia de lucha: los primeros piqueteros eran ex obreros despedidos de YPF, y varios de sus líderes habían tenido experiencia sindical. Los desocupados no eran “desocupados” eran “trabajadores desocupados” que no es lo mismo. Lo primero los acerca a la cuestión de la marginalidad y la exclusión, lo segundo los reintegra a las narrativas de la clase trabajadora. "Piqueteros" fue no una identidad asumida espontáneamente por los movilizados, sino una identidad atribuida por el periodismo, que luego fue usufructuada para conseguir repercusión mediática.

Agustina Bacciadone y Eleonora Zuviarrain señalan con acierto las limitaciones del esquema de Smelser considerando que está pensado para movimientos “reactivos” y no para organizaciones que se desarrollan en plazos largos como los piqueteros (lo que les quita agencia a los actores). Tienen razón también al indicar la importancia del factor organización señalado por Tilly. Eleonora da a entender al pasar algo importante: los intereses comunes no están dados por la situación económica, sino que los movimientos deben trabajar simbólicamente para unificar intereses; hacer comunes los intereses individuales y de diversos grupos es algo fundamental para los movimientos.

La crítica de Cristian Tibaldi acerca del carácter deshistorizado de las teorías de Tilly y Smelser es atendible, sin embargo, no creo que regresar a los esquemas fijos de lucha de clases sea la solución.

Marcela Moschella y Milagros Dolabani en cambio erran al interpretar la “conductividad estructural” como un hecho estructural de la desocupación, el ajuste, etc. Este concepto se refiere a la fluidez de un contexto social para que pueda difundirse y propagarse una demanda (medios de prensa, libertad de expresión, de reunión, proximidad territorial de los afectados, etc.) como señalan Estefanía y Joaquín. Asimismo es necesario aclarar que la “creencia generalizada” supone una clara imputación de la responsabilidad de lo ocurrido: en el caso del movimiento piquetero claramente se imputaba a las políticas desreguladoras y privatizadoras como causantes de la crisis, como acierta en señalar Joaquín Picón. Es más dudoso como plantea Milagros que fuera la “corrupción” la creencia generalizada vigente que movilizaba a los desocupados en aquel momento.

Consigna 2 sobre desobediencia civil en la dictadura

Excelentes las consideraciones de Yolanda Herrén sobre la aparición de “Las Madres de Plaza de Mayo” como “nuestro ejemplo más admirable” de desobediencia civil comisiva, activa y manifiesta. El señalamiento del uso de las fotos (como dice Roland Barthes, “la foto afirma que esto fue”) como recurso de acción desafiante y su instalación masiva en el espacio público, y las rondas de los jueves como “multitud expresiva” también son muy atinadas. Marcela también invoca a las madres y señala con acierto el uso simbólico del pañuelo y sobre todo el hecho de que violaban el estado de sitio de la dictadura, de ahí las rondas, ya que si se detenían podía confundirse con una reunión pública que estaban prohibidas por el estado de sitio.

Karina, Ivana y el resto de los que contestan esta consigna retoman las Madres que tienden a ocupar todo el espacio simbólico de la resistencia a la dictadura… pero hay que decir que hubo otros ejemplos de resistencia civil como señala Milagros con acierto: el rock, sobre todo después de Malvinas, o Martina Castro con movimientos culturales como Teatro Abierto, entre muchos otros. Asimismo señala Pilar Bonet el intento fallido –muchos piensan que hasta contraproducente- de la resistencia armada de Montoneros y ERP, sin olvidar que no tuvieron ningún efecto político o social significativo. Pero también hay que recordar casos olvidados de resistencia civil: obreros de Renault que recibieron con una lluvia de tuercas al ejército, paro del subte, huelga general de la Comisión de los 25 en abril del 79, por la que fueron muchos dirigentes gremiales presos.

Consigna 4 sobre movimientos emancipadores en A. Latina

María Susana Robledo señala con detalle 3 experiencias latinoamericanas liminares en la lucha contra el neoliberalismo en A. Latina: el zapatismo, los piqueteros y la confederación de naciones indígenas ecuatoriana. Hay que señalar que con lo importante que fueron estas experiencias en los tres casos quedaron parcial o totalmente al margen de los gobiernos que más avanzaron en políticas antineoliberales: los piqueteros se dividieron respecto del gobierno kirchnerista, los indígenas quedaron enfrentados con el gobierno de Correa que es el que impulsó una reforma constitucional que incluye el principio del sumak kwasay. En México los gobiernos siguieron siendo neoliberales y la centro izquierda no logró avanzar demasiado.

Carolina Tavano propone al movimiento Tupac Amaru como experiencia emancipadora de base indígeno-comunitaria. En este caso, sobresale la notable combinación de fuerte arraigo y autonomía en la gestión de proyectos sociales con un fuerte personalismo carismático de Milagro Sala, el alineamiento con el gobierno y la articulación con organismos estatales.

Consigna 5 sobre acción colectiva en Mar del Plata

Pilar trae a cuento el conflicto de la pesca en Mar del Plata y analiza acertadamente las capacidades coactivas y de presión sobre otros sectores que tienen los gremios de la pesca como recursos de lucha a movilizar. Quizás falte describir un poco más los aliados con los que cuenta, sino parece un sector aislado.

Es excelente el conflicto que Gisela Toschi propone: la apropiación de terrenos de una reserva ecológica por el Club Aldosivi desata una lucha de un  movimiento ecologista local y los vecinos como protagonistas. Aunque es escueta la descripción del conflicto surge claramente el tema de la movilización recursos, aunque hubiese sido interesante analizar más cómo se difunden y qué tipo de legitimidad busca un reclamo de este tipo entre los vecinos. 

Consigna 6 sobre efecto hípergenerador

¡Notable!, brillante propuesta de Yolanda Herrén (¿estabas inspirada por algo en particular?) de ejemplo en la “Contraofensiva” montonera en 1979 como un caso de efecto hipergenerador de militancia… “En el exilio nos estamos oxidando” “Allá en el exilio, cuando la emoción dejó de ser un componente considerable, desaparecida la embriaguez del combate, la fascinación de la clandestinidad, ganó el tedio, la vida incolora, la rutina, los problemas domésticos”. También es excelente la introducción desde el psicoanálisis del concepto de sublimación en relación al efecto hipergenerador, que señala Joaquín Picón.

Excelente observación de María Robledo en el sentido que “militar” tiene clara conexión con lo castrense y también que la definición de un enemigo es esencial a la identidad militante. También son excelentes sus reflexiones sobre su experiencia de militancia y el papel del compromiso “corporal”. La frase que cita de Tiqqun “la victoria -del sistema capitalista- se consigue cada vez que el militante, al final de una dura jornada de trabajo político se desploma frente a una película de acción” no la comparto en absoluto porque me evoca “purismo” y “descontaminación” como valores militantes, cuando en realidad son mistificaciones de la moral burguesa más rancia. Pero es para debatir, claro.

Cristian Tibaldi también hace una serie de reflexiones sobre su propia militancia y la separa de la militancia burocrática tradicional de izquierda. Sin embargo, no está claro si esto anula o en realidad acentúa el efecto hipergenerador.

Estefanía Martynowskyj da cuenta de su propia experiencia en una organización estudiantil que llevaba adelante iniciativas de trabajo territorial, “donde la participación de los individuos en las mismas estructura de manera significativa la identidad de sus miembros”. Algo semejante plantea con acierto Carolina Tavano referido al desencanto que sufrió y hace una afirmación controvertida que merece mayor espacio: el efecto hipergenerador como incompatible con la autocrítica, y Martina Castro también señala los riesgos que acompañan el compromiso militante. Me permito meter mi bocadillo: en realidad el efecto hípergenerador siempre nos expone (no necesariamente) a una trampa: si los resultados no importan, si la motivación recide en el camino de lucha y no en el destino final, estamos a merced de ser seducidos por la derrota perpetua. Incluso el ser un derrotado podría investirse de “dignidad” militante. Los que “ganan” (ver comentario de Agustina sobre los militantes K) perderían el aura desinteresada, de pureza sacrificial. Aquí, continuando con la línea que plantea Joaquín, se pueden hacer consideraciones psicoanalíticas que sé que Uds. les encantan (ja ja): el efecto hípergenerador también puede relacionarse con las fijaciones compulsivas obsesivas donde el sujeto se niega a realizar su deseo porque teme a quedarse sin deseo. El deseo debe consumarse justamente para poder desplazarse y fluir hacia otros objetos. No alcanzar nunca al objeto es garantía de tener algo por lo que vivir, pero autosabotearse para tener algo por qué vivir es vivir para creer y no creer para vivir, es no permitir el siempre doloroso fluir o migrar del deseo.

Mariano Malvica  evoca con transparente nostalgia su ingreso a la carrera de socio recién reabierta y la dimensión de integración social que se fue dando entre los compañeros que estaban participando de ese “retorno histórico” y reparador. El efecto hípergenerador se maximizaba por la situación de estar construyendo la carrera al mismo tiempo que estudiando en ella. Es muy importante el señalamiento que hace sobre las marcas identitarias que dejan este tipo de experiencias y los “habitus” que se internalizan con la militancia.
En el mismo sentido “Angel Rojo” (Gisela Toschi), muestra en su propio nombre el “efecto hípergenerador” y también considera al apertura de la carrera y sus peripecias una experiencia movilizadora.
No llego a entender el razonamiento de Ivana sobre el efecto hípergenerador asociado a la muerte de figuras públicas.

Me parece que Agustina Bacciadone tiene razón cuando habla del efecto hípergenerador de la creciente militancia K en la universidad pero es contradictorio con lo anterior, cuando dice que se produce por el “encanto de los que ganaron las elecciones”. La militancia K viene creciendo desde largo rato y tuvo tres grandes acontecimientos “captadores” de voluntades: el conflicto con el Campo, el impulso a la ley de medios y la muerte de Néstor K. En ninguna había victorias o éxitos fáciles, sino todo lo contrario. Además es contradictorio el razonamiento de relacionar el efecto hípergenerador con el cálculo oportunista de sentarse con los ganan. La militancia K creo que justamente se implicó en un típico efecto hípergenerador a partir de la “épica” del enfrentamiento a grandes enemigos tomando grandes riesgos. Es probable que el infarto de Néstor K haya sido tomado como “sacrificio político” producido por el compromiso con estas grandes luchas y que esto haya atraído a multiplicidad de jóvenes. Es importante el señalamiento de que militar también significa hacer propias las banderas de la organización por sobre los propios intereses y opiniones personales, generando un efecto de comunión que otorga satisfacciones subjetivas.

jueves, 5 de julio de 2012

TEXTO DE APOYO UNIDAD 5 Y TP

TEXTO DE APOYO UNIDAD 5 Y TP

Los textos están cubriendo dos temáticas distintas pero conectadas: por un lado, la cuestión urbana y comunitaria, incluyendo la importante cuestión del capital social y, por otro, los movimientos sociales urbanos en nuestro país.

La cuestión urbana

Debe hacerse una refutación sociológica de la presunción de sentido común acerca de la “jungla de cemento” y del carácter frío, impersonal y despiadadamente “societal” e interesado de la vida urbana. Las grandes ciudades tienen una fuerte dinámica de lazos personales, de identidades fuertes y solidaridad (“la aldea urbana”) pero que difieren fuertemente de las comunidades tradicionales de base étnica, religiosa o de tradiciones culturales propias de los pueblos o ciudades pequeñas. Las relaciones de confianza y afinidad, apoyo mutuo, amistad, etc. proliferan pero sobre otras bases: el compartir gustos, actividades, preferencias, estilos de vida, etc. La evolución del transporte y los medios de comunicación hacen que los soportes de la vida “comunitaria” no descansen tanto en la proximidad, el parentesco o las identidades heredadas, y sí en cambio por preferencias en entretenimientos, formas de sentir y pensar, hobbys, deportes o consumos semejantes o compartidos, temas de conversación, ocupaciones, etc., más allá muchas veces –no siempre- de barreras étnicas, parentales, religiosas, etc.



Sin embargo, los estudios de ecología urbana y de sociología urbana muestran que las ciudades están atravesadas por contradicciones y segregaciones de bases clasistas: los valores inmobiliarios y el precio de las tierras, los negocios de la construcción, imponen barreras de segregación y selección. La ciudad tiende a una distribución espacial “clasista” e incluso, las mismas radicaciones industriales tienen una lógica de neutralización del conflicto de clase. En las comunidades el efecto de las desigualdades de clase se atenúa por las tradiciones compartidas y la fuerte cohesión cultural y tradicional. En las grandes ciudades anónimas la lucha por alejarse de los pobres y las barreras de todo tipo para no mezclarse con los de más abajo se generaliza.

La cuestión de la pobreza urbana y la marginalidad en las grandes ciudades está graficada en el clásico trabajo de L. Lommnitz sobre un asentamiento en México. La marginalidad es la imposibilidad de integración a las relaciones de producción modernas de base salarial y a la vida social, cultural y política de la ciudad, por parte de los migrantes rurales. El hallazgo de este trabajo es la fuerte presencia de redes y solidaridades parentales, vecinales y de amistad (cuatismo) que tienden a compensar la ausencia de recursos económicos o educativos. La falta de seguridades crónicas sobre las fuentes de ingresos y los percances y adversidades de la vida cotidiana son enfrentadas mediante el concurso de las relaciones de intercambio de ayuda y reciprocidad que se tejen en intrincadas redes sociales radicadas en el territorio. La idea del carácter “cultural” de la marginalidad o su carácter puramente “residual” o transicional hasta lograr la plena absorción por la ciudad moderna, deben ser rechazadas: los barrios marginales constituyen formas duraderas de socialidad y subsistencia que compensa en gran medida la ausencia del estado, las barreras de los mercados laborales, o la estigmatización y los prejuicios de los medios de comunicación y los “ciudadanos honestos” y “trabajadores normales”. Estas redes “comunales” locales con sus distintas configuraciones ofrecen respuestas efectivas para solucionar numerosos problemas de alimentación, salud, cuidado de los niños, viejos y enfermos, obtención de empleo e ingresos, etc. Es muy importante destacar que no se trata de lazos emocionales o comunitarios tradicionales sino de formas cooperativas de resolver problemas y dar respuesta a necesidades comunes. Justamente es esencial a estar redes que sus integrantes tengan las mismas carencias: las asimetrías económicas o sociales rápidamente tienden a destruir las solidaridades.

El texto de Merklen bucea muchos de estos temas pero para analizar los barrios populares del Gran Buenos Aires. Merklen subraya una dimensión que está ausente en Lommnitz: la politicidad. En efecto, no se trata solo de redes familiares y vecinales, sino de la inscripción territorial en donde aparecen ONGs, Iglesias, agencias estatales nacionales, provinciales y locales, clubes deportivos, bandas y organizaciones ilegales, murgas, etc. que muchas veces exceden las fronteras vecinales o barriales y los conectan con dimensiones de la vida social y política de la ciudad. Los barrios son soportes de movilización y acción colectiva. Los habitantes de los asentamientos están en permanente “acecho” sobre el sistema político y estatal, animados por una “lógica del cazador” para la captura de oportunidades que los lleva a una permenente multiactividad y a la poliafiliación y a los contactos con todo tipo de instituciones y organizaciones. El ejemplo de las familias que participan en más de una iglesia, en más de un partido, es típico. “La necesidad tiene cara de hereje” dice el refrán. En definitiva Merklen parece rechazar la idea lineal de exclusión-guetificación, que connota aislamiento y separación, y recupera la idea de Sigal de distancia institucional y de insuficiencia de integración crónica, que los lleva a una actividad permanente de búsqueda y demanda que nunca se cristaliza en derechos y respuestas estables. Por ello la ciudadanía de las clases populares marginadas es inestable e irregular.

El Capital social

Los enfoques sobre capital social tienen la finalidad de actuar como
un contrapunto con los desarrollos de Lommitz y Merklen, e inclusive
con lo visto sobre vínculos comunitarios. El texto de Woolcok y
Narayan, que es un working paper del Banco Mundial, analiza el
capital social como un conjunto de recursos apropiables y movilizables que, sin embargo, tienen la particularidad de pertenecerles a toda la
comunidad. Por ende, hay dos instancias. Una de bonding, en donde el
capital social sirve para estrechar los lazos entre los sujetos y una

de bridging , donde el capital social se moviliza para la obtención de
determinados beneficios. La acción puede ser tener beneficios
individuales (un trabajo, alguien que cuide a los niños mientras uno
trabaja, etc) o bien un fin público (construcción de una plaza,
escuela). En este perspectiva, es importante distinguir entre el
capital como activo (disponible, no movilizado) y el capital como
recursos (movilizado).

El texto de Chavez Molina revisa los enfoques de Putnam, Coleman y
Lin. De estos autores, es importante destacar 1) el capital social
como redes de relaciones que suponen siempre intercambios guiados por
una visión pseudo-racional (actúan en propio beneficio); 2) la
importancia del capital social como una forma de garantizar el orden
social por cuanto los sujetos desarrollan un conocimiento acerca de la
disponibilidad y acceso de las relaciones y los términos de
intercambio y; 3) las redes sociales como circulación de información
acerca del orden social.

El texto de Bourdieu son una notas sobre el capital social que deben
plantearse de una óptica de asimetrías sociales. Como todo capital en
la óptica bourdeana debe ser considerado de acuerdo a su cantidad (“a
cuantos se conoce”) y su volumen (que implica en términos de
diferenciación social 'contar' con ellos). Una nota particular: para
las clases populares, el capital social tiene una cierta connotación
negativa porque implica asumir la necesidad del vínculo recíproco por
falta de recursos de capital económico o simbólico mientras que en las
clases más altas recurren con gusto a este capital porque establece
vínculos de reciprocidad en términos de reconocerse como 'iguales' con
aquellos que están más alto en la pirámide de estratificación (la
elite).

Los movimientos sociales urbanos

El clásico texto de Svampa y Pereyra sobre los movimientos de desocupados destaca la importancia de las heterogeneidades en el proceso de su formación: -una diversidad de clases y sectores (pobres estructurales, clase obrera desocupada, nuevos pobres de clase media educados, militantes políticos, fuerte papel de las mujeres, etc.) ; - una diversidad de patrones organizativos y culturas militantes: matriz sindical (Corriente Clasista y Combativa, la FTV de la CTA); matriz política (Polo Obrero, MST- Teresa Vive); matriz autónoma o social (MTD Solano, MTR, UTD Gral. Mosconi). Los movimientos de desocupados operan una conversión desde otros tipos de experiencias de organización y lucha hacia una territorialización basada en el corte de ruta, la asamblea horizontal, y la autogestión de proyectos para la propia comunidad.

En mi texto hay una historia de las puebladas y del surgimiento de las organizaciones de desocupados y sus formas de lucha. Es muy importante remarcar los criterios internos de distribución de beneficios (las listas de puntaje, la distribución de planes de acuerdo al compromiso con la organización y la lucha, etc.) como formas efectivas de superar el dilema del rebelde y los comportamientos oportunistas dentro de los mismos, garantizando su éxito y su permanencia en el tiempo. En este sentido, los movimientos se estructuran como algo alejado de las redes de confianza personalizadas y adoptan normas “contractuales” y criterios de decisión “impersonales”.

El texto de Massetti muestra casos de desarrollo de la piqueterización del clientelismo, algunos aspectos del personalismo y las redes sociales que subyacen a muchos de estos movimientos. Es muy importante el aporte en términos de institucionalización posterior (a partir del 2003) y del papel de “la militancia” dentro del estado.

En el mismo sentido pueden verse los análisis del Svampa sobre el devenir de los movimientos de desocupados atenazados por la “demanda de normalidad” del resto de la sociedad que les resta espacio de legitimación para sus luchas.


Trabajo Práctico (colgar antes del 15/07)

Elija al menos dos de las consignas

1) ¿Cómo caracterizaría a la ciudad de Mar del Plata en términos de ecología urbana y de segregación social?


2) Utilizar ejemplos de Mar del Plata para describir redes de
capital social, que sean particulares del territorio.


3) Lommnitz afirma que es la escasez y no la abundancia la que vuelve generosa y solidaria a la gente en los barrios populares. ¿Cómo diferenciaría las redes de solidaridad descriptas por la autora de las formas de solidaridad “institucionalizadas” de Caritas, Unicef, etc.?

4) La rehabilitación de la respuesta estatal a las clases populares a partir del 2003 ¿cómo afecta a las organizaciones sociales y comunitarias o los movimientos sociales y políticos que nuclean a las clases populares en sus territorios?. ¿Hay algún caso interesante en Mar del Plata?.

5) Describir en qué medida la teoría del capital social puede
ser acusada de "economicista"

domingo, 17 de junio de 2012

Trabajo Práctico – Elijan dos de estas. (Colgar antes del 26/06)


1) (Texto de Light y Keller) Cómo analizarían Smelser y Tilly el surgimiento de los movimientos piqueteros en nuestro país.



2) (Texto Bobbio) Respecto de la dictadura militar 1976-1983: ¿había fundamentos para la desobediencia civil ante el golpe dictatorial? ¿qué tipos de desobediencia civil aislada conoce de aquellas épocas?



4) ¿Qué elementos de radicalidad emancipatoria encuentra Ud. En los Mov. Sociales surgidos en Argentina y A. Latina con la crisis del neoliberalismo de los últimos años.?



5) (Texto de C. Jenkins): ¿qué elementos de movilización de recursos pueden analizarse en alguno de los conflictos sociales que se han producido en la ciudad de Mar del Plata en los últimos años (pesca, puerto, contaminación, seguridad, etc.)?


6) En su experiencia personal o de conocidos y amigos ¿ha experimentado el efecto hípergenerador de la militancia? Cuente.

Texto de Apoyo Unidad 4

Entramos en una esfera de la sociología en donde se desdibujan las fronteras entre los institucional y lo comunal, entre lo individual y lo colectivo: los movimientos sociales y la protesta. Los movimientos sociales se instalan justamente en el lugar del abandono de las instituciones: los movilizados están  frustrados por las respuestas de las instituciones y las vías convencionales de reclamo y recurren a formas de acción, ideas, y sentimientos que chocan directamente con los establecidos en las instituciones. Los movimientos surgen ante la falta misma de respuestas de las instituciones y sus vías de manifestación más usuales son las protestas, cuanto menos convencionales, innovadoras y alejadas de lo esperado por las insitituciones, tanto mejor. A lo largo de la historia, campesinos, artesanos, habitantes de las ciudades con fueros frente al poder feudal o absolutista, obreros, estudiantes, etc. se han nucleado colectivamente por fuera del marco de las instituciones existentes para luchar por sus reivindicaciones o creencias. Con el tiempo y las conquistas obtenidas se han ido institucionalizando en sindicatos, ligas campesinas, asociaciones estudiantiles, etc.. Paradigmáticamente, el movimiento obrero surgió en la ilegalidad y la represión, la persecución y la marginalidad política o la clandestinidad a mediados del siglo XIX pero a principios del siglo XX ya contaba con las primeras protecciones insititucionales y legales, y algunas décadas más tarde era un protagonista central de la política merced la organización de grandes partidos socialistas y sindicatos poderosos. Los movimientos de liberación nacional en los países coloniales o semicoloniales también han realizado un recorrido similar: de la lucha irregular pasaron a formar parte de gobiernos o directamente han conquistado el poder político. Todos los procesos de cambio social tienen entre sus actores iniciales formas de movimiento social y acción colectiva desafiante nada o débilmente institucionalizada o reconocida. El éxito de estos movimientos también se traduce usualmente en niveles crecientes de institucionalización.

A partir de la década del ’60 del siglo XX, se desarrollan una serie de nuevos movimientos sociales en los países centrales: los derechos civiles de los negros en EEUU, el ecologismo, el pacifismo, el feminismo, la contracultura juvenil que, como novedad, no parecen interesados en la conquista del poder político como antes había sido característico de los movimientos obreros y movimientos anticoloniales. La transformación social parece independiente del poder político.  Los “nuevos movimientos sociales” (NMS) ofrecen una especificidad teórica: son agentes colectivos movilizadores que intervienen en procesos de transformación social (cambio social fundamental a favor o en contra, impedir, anular o promover), obrando con cierta continuidad, alto nivel de integración simbólica, y nivel bajo de especificación de roles y jerarquías,  valiéndose de formas de acción y organización variables. A diferencia de los movimientos sociales históricos (partidos, sindicatos, movimientos independentistas) los NMS son horizontales, abiertos, con débiles estructuras de poder internas pero fuertes lazos de cohesión simbólica, y se preocupan más por movilizar el apoyo y nuevos sistemas de creencias en la sociedad que en tomar el poder directamente para llevarlas a cabo. Esto ha generado un nuevo campo de estudios en la sociología y la teoría política. Los movimientos sociales y la acción colectiva no institucionalizada que tiene pretensiones de introducir cambios sociales y culturales sin plantear la lucha por detentar el poder político o el mando legítimo, es toda una novedad histórica.

Aquí hay que sacar varios corolarios: el movimiento es siempre más que las organizaciones heterogéneas que engloba, y más que la protesta espontánea porque implican estructuras comunicativas elaboradas y duraderas. Existe en la medida en que está en movimiento y busca apoyo activo y repercusión. Es esencial para el movimiento social la construcción simbólica: la identificación del Otro, el oponente, con selección de niveles, contextos e instancias en la que se lo enfrentará (opinión pública, corporaciones, estado, gobierno, parlamento, etc.) y de un Nosotros sentido y simbolizado que puede difundirse a otros sectores como dimensión “cognitiva” del cambio social. Las formas de participación personal son múltiples y flexibles, sin roles fijos ni formalidades.

Pero están lejos de convertirse en “grupos culturales o testimoniales” ya que actúan en “contextos duros” de relaciones de fuerzas y buscan el éxito para sus iniciativas, combinando formas no convencionales de acción individual y colectiva junto con acciones institucionales. La dificultad de la no institucionalización los pone en la tensión entre la movilización y la disolución, lo que impide “el comportamiento organizacional” (centrado en una organización). Así, a veces un MS sucede o hereda a otro, y otras veces entran en fases de latencia. Los NMS “abren nuevos espacios cognitivos y sociales...y desaparecen en un proceso de difusión/institucionalización”. En este sentido son esencialmente transitorios. También son cíclicos: por condiciones cambiantes del contexto político y económico y porque su vida interna (adhesión, participación) oscila entre el dinamismo movilizador y lo cotidiano institucional.

La variedad de movimientos es inmensa y se pueden clasificar por tipos: adscriptivos o inclusivos, ofensivos o defensivos, progresivos o regresivos o escapistas, violentos o pacíficos.

Las demandas de los NMS producen extrañas combinaciones de supervivencia (ecologismo, pacifismo) y emancipación (feminismo, cambios en relaciones sociales). Aunque hay movimientos puramente conservacionistas de derecha entre los ecologistas, hay otros que plantean que sin cambios en las relaciones sociales no hay preservación ni se pueden evitar las catástrofes ambientales. Entre los movimientos contraculturales aparecen contenidos de recuperación de “soberanía existencial”, autodeterminación contra las megatecnologías, burocracias e industria, mercantilización y cientificismo legitimador, y contra la colonización instrumental de la vida.

Muchos han visto a la crisis de civilización posindustrial y a la problemática de la reproducción social global como los objetos de los NMS, que ofrecen como respuesta otros modelos de producción, convivencia y consumo, que tampoco son novedosos pues se inscriben en tradiciones emancipatorias anteriores. Touraine, el gran teórico de los NMS señala su pretensión de “carácter ejemplar” menos instrumentalistas y estratégicos y más expresivos y orientados al cambio en los valores comunes y los estilos de vida. La literatura especializada suele señalar  8 rasgos que ayudan también a ver la particularidad histórica de estos movimientos.

1) Orientación emancipatoria. Nueva izquierda antiautoritaria pos Mayo Frencés, que desafía el consenso dominante en sociedades industriales, se diferencia de las tácticas neocorporativas y propone formas de organización que son extensiones de sus ideales de reforma social en una pluralidad de idearios y no en ideologías omnicomprensivas como el marxismo en el pasado.
2) Carácter antiestatalista y pro sociedad civil en el sentido de desarrollar formas de contrapoder de base, autoregulación social y defensa. Hay una ambivalencia cuestionadora y desconfianza frente al estado.
3) Antimodernismo y crítica (práctica y de hecho) civilizatoria antiproductivista, antipatriarcal, y antiburocráctica, abogando por una recomunalización, democracia consejista, desinstitucionalización y desprofesionalización de la política, impulsando una economía alternativa y “moral” reabsorbida por dimensiones sociales, etc.
4) Composición social heterogénea con predominio de nuevas clases medias (de los servicios sociales, profesionales, docentes, científicos, etc.) pero presencia de sin techo, desocupados, jubilados, pobres.
5) Objetivos y estrategias muy diferenciados: “actuar localmente, pensar globalmente”. Consensos importantes acerca de objetivos discretos bien delimitados bajo el reproche de ser “movimientos de un solo asunto”.
6) Descentralización y antijerarquía organizativa. Desconfianza de liderazgos y burocracias.
7) Politización de la vida cotidiana y el ambito privado. “Lo personal es político” (feministas), “política en primera persona”. Los espacios de acción son espacios no institucionales y no previstos. Reapropiación del tiempo, el espacio y lo cotidiano con emergencia de identidades socioculturales.
8) Acción colectiva no convencional. Desobediencia civil, resistencia pasiva, acción directa fuertemente expresiva, esclarecimiento popular, componentes lúdicos y teatrales, estetización de la protesta americana en 60/70 y prolongación de la huelga y la lucha obrera a ámbitos no económicos.

En definitiva, lo nuevo en los NMS es que retoman hilos críticos contra la deshumanización, viejas aspiraciones de emancipación en escenarios nuevos. Liberación personal, cotidiana y nuevas formas de vida contra la tecnoracionalización y la autodestrucción. Incipiente conciencia de “especie” (universalización) y cuestionamiento no solo a las decisiones que se toman sino a las razones, las premisas a partir de las que se decide. Desconfían de las tres formas de la racionalidad (científico-técnica, mercado, y ley). El capital, el estado y la ciencia y técnica dejan de constituir soportes legitimadores. Los NMS dan cuenta del agotamiento de recursos de intervención (regulación, administración y violencia, gasto e inversión, información y persuasión) que son inútiles o contraproducentes en temas donde se involucran identidades y no intereses. La conciencia de los límites civilizatorios es el carácter distintivo común y la novedad que pasa del neoanarquismo de la revolución cultural del 68 al tema de la sociedad de la abundancia y de sus peligros.
Autonomía, identidad y democracia radical como parámetros de organización rechazando el principio de delegación y de disciplina: más autonomía, menos política nacional y más local, más participación directa y menos electoral, más gestión y menos figuración y representación, más desobediencia civil y menos violencia. El siguiente cuadro expresa el Nuevo paradigma político de orientación antiinstitucional (Offe, 1988)

Cuadro Diferencias Tradicionales y Nuevos Movimientos Sociales

El texto de Light y Keller muestra el panorama de los estudios de los movimientos sociales, diferenciando diversos procesos de comportamientos colectivos (rumores, multitudes, histerias o pánicos colectivos) y presentando las diversas corrientes teóricas desde las funcionalistas de Smelser hasta las teorías más sofisticadas de la movilización de recursos y aquellas que reintroducen las variables políticas, la perspectiva de poder, en la acción de los movimientos (Tilly).

El texto de Bobbio sobre desobediencia civil es importante porque muestra las gradaciones que puede haber entre el sujeto y el orden social y por tanto demuestra también la posible debilidad de las instituciones: el sujeto siempre tiene una relación tensa y contradictoria con las instituciones, nunca está plenamente institucionalizado, nunca está plenamente fagocitado por la rutina y los valores establecidos, siempre hay reservas de desconfianza y descontento que pueden convertirse en rebeldía o desafío a lo establecido. Es una omisión imperdonable de Bobbio la rica reflexión de los padres Victoria y Suárez que en el siglo XVI en Salamanca consagraron el derecho de resistencia a la autoridad injusta. También es importante destacar que la desobediencia civil se convierte luego de las luchas por la independencia de la India encabezadas por Gandhi en resistencia pacífica, inaugurando todo un módulo de estrategia de lucha colectiva para el resto del siglo y que se prolonga hasta nuestros días. Las variedades de tipos de desobediencia civil son enormes: omisivas, comisivas, activas, pasivas, manifiestas o clandestinas, etc.



El texto de Craig Jenkins, desarrolla el modelo internacionalmente más aceptado de análisis de los movimientos sociales: la teoría de la movilización de recursos cuyo autores más importantes son Tilly y Tarrow. A partir de estos teóricos, los movimientos comienzan a estudiarse no desde el punto de vista de los motivos del descontento (la frustración, la privación, las reivindicaciones) sino desde el punto de vista de sus capacidades internas. Estos teóricos abandonan "el punto de vista de la demanda", porque puede constatarse fácilmente que frustraciones y privaciones que dan lugar al descontento colectivo hay muchas en todo momento, pero organización y lucha por fuera de lo establecido hay muy pocas. Así no son los reclamos los que explican los movimientos sino la posibilidad de "movilizar recursos".  C. Jenkins hace una recapitulación del acervo de recursos materiales y humanos de todo tipo que suelen ser necesarios para la activación de un movimiento: cuadros intelectuales y militantes con experiencia, lugares de reunión, medios de difusión, contactos con instituciones, oportunidades políticas favorables, etc. etc. Es importante la figura de los "empresarios sociales" en esta teoría: personas que cuentan con recursos materiales y simbólicos, influencia social, política, científica, cultural, etc. y la ponen al servicio de los movilizados ayudando a la repercusión pública y la visibilización de los reclamos.

La teoría de la movilización de recursos considera a los movimientos sociales “como una prolongación de del actuar institucional y analizan los movimientos que postulan un cambio institucional y que pretendan alterar elementos de la estructura social”; que aspiran a organizar grupos que actúan en contra de las elites institucionales y que estaban previamente organizados. Los teóricos de la movilización de recursos argumentan que los agravios son un factor secundario y que derivan de conflictos de intereses de orden estructural articulados en las instituciones sociales y que los movimientos surgen a partir de cambios a largo plazo, en los recursos del grupo, de su organización y en las oportunidades de desarrollar formas de acción colectiva.

La movilización es el proceso mediante el cual un grupo se asegura el control colectivo sobre los recursos necesarios para la acción colectiva: recursos tangibles y no tangibles, humanos y materiales. Es decir se plantea como importante el control de los recursos previo a los esfuerzos de movilización. Los movimientos sociales han pasado de las concepciones clásicas de la organización de movimientos sociales (OMS) con liderazgo autóctono, afiliación extensiva a las organizaciones profesionales (OMS profesionales) con liderazgo externo, personal remunerado afiliación reducida o inexistente y acciones que hablan en nombre del grupo agraviado sin requerir su participación.

La organización de los movimientos sociales da lugar al debate entre quienes plantean un modelo burocrático centralizado y quienes se inclinan por un movimiento informal descentralizado. Los primeros sostienen que una estructura formalizada con una división del trabajo maximiza la movilización y que una estructura centralizada de toma de decisiones aumenta la capacidad de intervención inmediata al reducir los conflictos internos. La segunda postura sostiene que los movimientos descentralizados con una mínima división del trabajo e integrados por redes informales y por una ideología de amplio espectro son más efectivos.


El texto de E. Neveau apunta a una cuestión parcial pero no poco importante y que está de moda en el discurso político hoy en nuestro país: la militancia. Basado en estudios empíricos de grupos de militantes y activistas en NMS de Europa y EEUU, el autor cita la teoría del "efecto hípergenerador" según la cual no sería tanto el resultado esperado de éxito en las acciones y la consecución de las demandas lo que moviliza, sino que el proceso mismo de movilización tiene componentes motivacionales muy fuertes para los miembros de los movimientos. La movilización es un proceso que produce estímulos personales de satisfacción en sí mismos, no atados necesariamente al resultado. El placer de la aventura y el riesgo, el ponerse a prueba, sentirse protagonista, etc. son parte de este fenómeno de hípergeneración. La participación genera el mismo combustible que alimenta la participación. Por supuesto, que llevado al extremo estos procesos pueden derivar en sectarismos dogmáticos, estructuras cerradas, invulnerables a las derrotas o, peor aún, que se alimentan de ellas y no logran convertirlas en procesos de aprendizaje colectivo.



Un último aspecto, que no está tocado en la bibliografía pero es importante para entender la trama del lazo social propio de los movimientos sociales es la cuestión del "free rider" o "colado" en nuestro lunfardo. Todo grupo que pretende correr riesgos colectivos luchando por un reclamo común, padece el llamado dilema del free rider: el sujeto que debe correr riesgos de participación para conseguir bienes públicos siempre va a tender a esperar que fueran otros los que corran esos riesgos ya que si los bienes son efectivamente comunes los que los consigan van a ponerlos también a disposición de los que no lucharon por ellos. Todos esperan que sean los otros los que salgan a luchar: si tienen exito y los consiguen van a estar a disposición de los que no lucharon, si no los consiguen ¿para qué arriesgarse y salir a luchar?. Esta paradoja es llamada el teorema de la inclinación a la pasividad.  Esto explica porqué la gente no participa, pero deja sin explicación los innumerables hechos de participación y rebelión. Así, se propone toda una nueva tipología de soluciones al Dilema del Rebelde.

Soluciones de Mercado que se basan en estimular la participación y superar el dilema del free rider aumentando los beneficios adicionales de la participación o reduciendo los costos y riesgos de la misma. 1) Aumento de beneficios: grupos ultrabeneficiados o fanáticos “grupos defensores” (Tilly) o “privilegiados” que tienen más beneficios marginales que costos marginales a su contribución. 2) Baja de costos: de peligros represivos o pérdidas. 3) Aumento de recursos que permita más disfrute de tiempo y compensar costos. 4) Mejora en la productividad de las tácticas: si el costo en perseguir bienes públicos es menor que el de perseguir bienes privados, se motoriza la acción colectiva. 5) La disminución de oferta de bienes públicos motoriza la demanda si no hay bienes sustitutos. 6) Expectativas de victoria: si hay convencimiento que la lucha lleva necesariamente a la victoria se estimula la eficacia de grupo y la participación individual en él. 7) Expectativas de eficacia de la acción individual: el rebelde puede pensar que su contribución no es marginal sino central en el éxito. 8) Información incompleta e ilusiones sobre costos bajos, beneficios accesibles o apoyos masivos de otros sectores, etc. 9) Asimilación del riesgo: aumentar la tolerancia al riesgo del rebelde por socialización política o experiencias anteriores. 10) Espiral de competencia entre enemigos: los aumentos de amenazas colectivas de un lado generan contramenazas del otro. 11) Ausencia de salidas: la imposibilidad de “votar con los pies”, buscar en otro lado, precipita la participación en la Acción Colectiva. 12) Cambio de tipo de BP (bien público): hay “histerisis”= más sensibilidad a las pérdidas que a las ganancias, más predisposición a defender lo perdido que a atacar. Además si los BP suponen “beneficiarios rivales”, la mayor participación disminuye el beneficio esperado al tener que distribuirse entre mas.

Soluciones basadas en Comunidad: solución basada en los costos o riesgos de no participar por pérdida de bienes sociales y simbólicos ya disponibles: sentido de pertenencia, protección comunitaria, etc.  1) Conocimiento común: puede haber certezas acerca del comportamiento colectivo de los otros que aseguran la utilidad de sumarme. Lo mismo por razones culturales, experiencias anteriores, información directa o movilización ya en curso o “subirse al carro”. Al dilema del rebelde subyacen tanto el del prisionero (acción estratégica en pos de beneficios esperados) como de la seguridad (certeza acerca de los otros). 2) Valores comunes: autorrealización, participación como experiencia y beneficio, etica o solidaridad con otros aunque con riesgos, la protesta como fin en sí, conciencia de grupo, altruismo, etc.


Soluciones basada en Contrato: mediante organización y autogobierno con normas y sanciones acordadas y compartidas que prohiban las conductas oportunistas. Soluciones generadoras de institucionalidad. Autogobierno: soviets, comunas, cooperativas, comites o pandillas acuerdan e imponen reglas, controles y procedimientos propios. Acuerdos “toma y daca” o cooperación contingente basada en la seguridad de que otros o muchos participarán. Acuerdo de iniciar campañas o eventos que se asegura incentivar la masividad, etc. Acuerdos de intercambio: negociación, redistribuciones mutuamente beneficiosas, etc.


Soluciones basadas en Jerarquía: mano visible que presupone autoridad o poder impositivo previo. Localizar agentes o empresarios: confianza en líderes que crean organizaciones que solucionan el problema del “agente”. Localizar patrones: apoyos externos que subsidian costos de participación. Los apoyos externos suelen maximizar los conflictos.

Las tendencias que pueden desarrollar los movimientos de rebeldes son la “reorganización” hacia un club exclusivista en donde el beneficio marginal es igual al costo marginal del último miembro; hacia un subgrupo “fanático” de defensores identificados con una bandera o identidad; o hacia una descentralización en grupos locales más sencillos que puedan seguir impulsando la acción colectiva.

Así vemos que los movimientos plantean formas de competencia entre grupos o miembros dando alicientes a la participación para “destacarse”, o formas de imposición de medidas, control de deserciones y de incumplimientos de responsabilidades, y administración de incentivos y desincentivos bajo el lema “Se puede superar el dilema del rebelde si el rebelde recibe algo como consecuencia de su participación”. Dentro de los movimientos se juega mucho con la predisposición a ser coaccionados, o aceptar coacciones sobre las que haya acuerdo o aceptación mutua.

Las implicancias de este análisis, son muy importantes: hay muchas formas de promover la acción y la participación colectiva contestataria de manera racional para los involucrados. El acierto político consiste en cómo resolver en cada caso y circunstancia el dilema.

Las soluciones nunca son únicas: siempre presuponen al menos una de las otras. Y en este sentido son circulares y paradójicas. Para que haya contrato tiene que haber mercado, este presupone algo de comunidad para la confianza en los intercambios, la comunidad necesita jerarquía para reforzarse y trasmitirse a nuevas generaciones, la jerarquía necesita de contratos porque finalmente necesitará que lo acordado bajo coacción quede como acordado. No se puede explicar la acción colectiva presuponiéndola, ninguna solución es suficiente, aunque sean necesarias.

Es dificil explicar el bien público en sí que significan las instituciones. Valores comunes, descentralizaciones, competencias o exclusivismos siempres suponen problemas de acción colectiva de segundo orden: tiempo destinado a controlar, riesgo de incentivos selectivos no valiosos, costos de coordinación, etc.

Como todo orden social descansa en una combinación de coerción, interés y valores, es necesario combinar soluciones. La cooperación puede catalizar o multiplicar otras motivaciones. Tanto el utilitarismo como la equidad interactuan para reforzar la cooperación o compensarse uno con otro. Es típico el caso de los cooperadores condicionales: cooperan solamente si hay un grupo mínimo previo que coopera. Los juegos de cooperación difieren de los de intercambio e implican un capital social que convencionaliza acciones de reciprocidad. Tanto recursos previos, como intercambio voluntario, como coordinación institucionalizada pueden ser bases de apoyo de la AC.

El rasgo de impredecibilidad es inherente a la acción colectiva desafiante: la multiplicación de soluciones y contextos hace imposible la anticipación. La AC es inestable y en gran medida fortuita.

Además están las consecuencias indeseadas de las soluciones sobre todo de los incentivos selectivos (saqueos, oligarquización de la organización, cooptación, utilitarismo creciente en las expectativas de miembros, etc.).


martes, 5 de junio de 2012

DEVOLUCION TP 3

 
Es evidente el interés por los posicionamientos de los intelectuales. Han sido en general muy buenos aportes y por supuesto son temas sobre los que es deficil tener argumentos concluyentes. Me hubiese gustado algo más contextualizado en Mar del Plata, su estado, sus problemas. 

Consigna 1

Estefania Martynowskyj, caracteriza con precisión Carta Abierta y Plataforma pero no introduce ninguna reflexión utilizando a Gramsci y la cuestión de los intelectuales. ¿Por qué se agrupan los intelectuales? ¿Por qué unos se asocian a una estructura política y los otros no?. A diferencia del peronismo histórico, el kirchnerismo ha sido capaz de conquistar mucho apoyo entre las elites académicas. Es posible que las políticas de aumentos prespuestarios para educación y ciencia no sean ajenos a este resultado.

Agustina Bacciadone en el mismo estilo, suma al grupo Argumentos, explicando las características de los tres grupos en danza: unos intentan cambiar mediante la acción política de apoyo al gobierno, otros intentan equilibradamente criticar pero no entrar en el terreno político de ataque y defensa, y otros intentan criticar atacando al gobierno. La visión del concepto de hegemonía que atribuye a Gramsci: los intelectuales como empleados de la clase dominante y la hegemonía como monótono efecto de los aparatos ideológicos del estado, no la comparto en absoluto. Los intelectuales participan de las luchas, la hegemonía nunca es monótona y las instituciones estatales también están atravesadas por luchas. El campo intelectual es objeto también de luchas por los bloques que se forman en torno a la defensa o el ataque a determinado orden social y configuración de fuerzas. Nada hay más contrario al pensamiento gramsciano de “solidificar” la hegemonía. La lucha por el consenso y el consentimiento es la norma más que la excepción. Iglesia, escuela, cultura, academia, medios, pueden estar atravesados por disputas importantes en las que los diversos grupos o clases intentan gestar sus propios vectores hegemónicos. Sigue siendo válida la pregunta: ¿Los alineamientos de los intelectuales y sus agrupamientos qué tipo de luchas y conflictos ponen en juego?.

Milagros Dolabani utiliza a Gramsci e intenta responder con el contrapunto entre “intelectuales críticos” en oposición a los “intelectuales orgánicos” del gobierno. Sin embargo, en la famosa expresión gramsciana “intelectuales orgánicos” se refería tanto a aquellos que inscribían su praxis en el bloque dominante como en el bloque popular. La dicotomía no sería aplicable porque es claro que sería absurdo atribuir a las clases populares un posicionamiento contrario al gobierno sino todo lo contrario. Es así que en algunos casos la terminología es forzada y termina dando una vuelta de campana: los críticos se oponen al gobierno (pero junto con el gobierno a las clases populares que el gobierno parece conducir en un bloque hoy hegemónico)  y los orgánicos siendo parte del dispositivo hegemónico y del control del estado comparten el alineamiento con la mayor parte de las clases populares. ¿Los críticos corren el riesgo de terminar en posiciones próximas a las de las clases dominantes y los orgánicos corren el riesgo de perder toda perspectiva crítica?.

Ivana Ratto, en la misma línea de focalizar el análsis en la dicotomía de a favor y en contra del gobierno suma al debate con acierto al grupo Argumentos que parece tener la “independencia” e inorganicidad de P12 y la posición de apoyo a la mayor parte de las políticas gubernamentales de CA. Así, preservarían su capacidad crítica “no deglutida” por su adscripción al gobierno y al mismo tiempo genuinamente “valoran positivamente” los aciertos del mismo. En este sentido, Argumentos es un grupo que hace de la inorganicidad un “ethos” intelectual que lo coloca casi en las antípodas de las concepciones gramscianas.

Yolanda Herren señala con acierto que para Gramsci “cada grupo tiene sus intelectuales pero nunca son autónomos”, siempre hay relaciones de poder; la pregonada independencia de los intelectuales es falsa. Desde allí cuestiona duramente el posicionamiento central de P 12: “desmontar el relato alienante del gobierno” que los situa como los poseedores de una verdad enmascarada por la hegemonía gubernamental. El intelectual crítico deviene “tribunal epistemológico y ético” que generalmente lleva al aislamiento desde la cual es dificil construir hegemonía. Se pueden introducir dos elementos adicionales: la debilidad “intelectual” de la oposición política favorece el aislamiento de los segmentos de intelectuales disconformes, y que P12 no carece por completo de articulación con luchas sociales ya que tiene fuerte cercanía con el movimiento ciudadano ambientalista en varios provincias.

Joaquín Picón se aleja un poco de los planteos anteriores y afirma que la cuestión interesante a debatir es cuál es la función de la Academia dentro de la Sociedad Argentina en esta etapa y con acierto apunta al hecho notable del protagonismo de actores colectivos académicos (en tanto que tales no pueden ser “orgánicos” ni P12 y CA). También probablemente sea cierto que, en tales condiciones donde los intelectuales aparecen cuasi corporativamente en vez de orgánicamente integrados a formaciones políticas, ninguno de los dos tenga efectos hegemónicos de ningún tipo. Sin embargo, hay que aclarar de nuevo CA tiene puntos de articulación nítidos con políticas sociales y comunicacionales y P12 pretende articularse con el conflicto ambiental.

Marcela Moschella realiza una toma de posición decidida de preferencia de CA y los intelectuales que se comprometen en apoyar las políticas del gobierno sobre la base de que también son capaces de criticarlo como ha ocurrido con la Ley Antiterrorista o también antes con la represión en Formosa a los Qom o el asesinato de J. Chocobar (¿?). 

Consigna 2

Azucena plantea críticas a Holloway y se basa en Deleuze y Guattari, Harvey y otros, para realizar fuertes críticas (5 páginas!!!, ¡cuánto odio!, ja ja) a los procesos de los gobiernos de izquierda o posneoliberales  latinoamericanos. El esfuerzo es válido pero hay algunos defectos conceptuales: de ninguna manera es una buena lectura de Deleuze partir de que el Estado es un mecanismo de captura del capital. Si lees el texto está más que claro que el Estado tiene una existencia anterior y que se sustrae al capital (ver la cuestión de la axiomática). Además está clarísimo en Deleuze que "da lo mismo cualquier estado" como parece ser tu tésis. Las consideraciones acerca del gobierno y A. L. exceden el propósito del trabajo pero algunas son sumamente cuestionables: ¿"asistencialismo" la Asignación Universal por Hijo? o ¿el plan C-I?, pensar en una alianza con las empresas extractivas después de la reestatización mayoritaria de YPF es al menos temerario. La organización de la oficina de provincias mineras para negociar en mejores condiciones con las mineras me parece que es algo que tampoco encaja en el término "alianza".

Cristian Tibaldi, toma algunos autores y conceptos posclásicos y en general ve su inaplicabilidad para los contextos latinoamericanos. Salva del naufragio al biopoder pero dentro de un nivel de abstracción muy elevado que se reconoce es poco operativo.

Martina Castro también rechaza las teorías de Holloway que menoscaban el papel del estado pero revaloriza el concepto de política de la desconfianza como forma de intervención democrática ciudadana que tiene vigencia en los procesos de nueva estatalidad latinoamericana. No obstante, de manera por demás clásica sigue pensando el estado en relación a la acumulación de capital (como si la misma fuera un proceso autónomo del estado).

Mariano Malvica se diferencia de Martina en que atribuye la política de la organización de la desconfianza ciudadana a las clases desplazadas del control del estado en los gobiernos de la izquierda posneoliberal. Los herederos del veto, del enjuiciamiento y la vigilancia son las clases dominantes en el pasado que ahora necesitan recuperar el control del Estado. Mariano introduce con tino en contra de Holloway la importancia que tiene la disputa por el Estado para estas clases, aunque reconoce que el Estado no puede ser analizado haciendo abstracción de las relaciones de poder social, económico, cultural.
Carolina Tavano se esfuerza en analizar los aportes diferenciales de los autores remarcando sus origenes europeos, y las diferencias de época en las que produjeron los textos. Es muy interesante la lectura que propone sobre la “contrademocracia” en el proceso argentino del 2001-2003 y la posterior rehabilitación de los poderes democráticos representativos  que no obstan para la perduración de formas de política negativa, poderes de veto, de juicio, etc. También me parecen excelentes las caracterizaciones “axiomáticas” de la problemática del estado actual y sus oscilaciones neoliberales y socialdemocratas.

María EugeniaGarcía hace un esfuerzo demasiado abstracto para mi gusto de relacionar los aportes de los autores posclásicos. Destaca con acierto la idea de Deleuze de desterritorialización y el recupero que hace de ella Holloway: las relaciones capitalistas nunca han estado limitadas por las fronteras estatales. Sin embargo, me parece que el esfuerzo termina en una reposición de las teorías ultraclásicas: la ley del valor como explicación última.

Consigna 3

Sánchez Reales Xavier y luego Karina Galera hacen una reflexión foucoultiana sobre la Ley de muerte digna (que evidentemente no es algo propio de MdP). Típicamente, el estado a través de los dispositivos de la industria médica se arrogaba el poder sin límites de “hacer vivir” donde tienen prioridad los nacimientos, el nivel de salud, la duración de la vida y la tasa vegetativa. Pero no se explica tanto porqué ahora el estado es más benigno con la muerte; porqué ahora la prioridad la tiene el “dejar morir”.  

Pilar Bonnet propone el ejemplo del conflicto intraestatal de la Justicia y el poder político en Mar del Plata como caso que demuestra la concepción de Holloway antiestatalista y de Foucault como micropolítica que desborda las instituciones “soberanas”. El problema de este tipo de análisis es que se intenta explicar un caso particular mediante unas teorías de enormes niveles de abstracción con pocas mediaciones con los casos concretos presentados. Es claramente errónea la asociación del activismo judicial con la concepción del poder de Foucault. Todo indica que el poder judicial ejerce mucho más esos posibles micropoderes de normalización, disciplinamiento, etc. en condiciones de ejercicio rutinario y no en momentos de conflicto abierto.

Consigna 5

Gisela Toschi, hace un repaso de algunos de los aspectos centrales de los autores posclásicos. El nivel cuasi filosófico del concepto de acontecimiento y de algunas de otras categorías siempre es algo dificil de manejar más allá de repetir conceptos o frases.  Los planteos son correctos pero le falta a mi juicio algo de problematización, de puesta en cuestión, de agregar algo de cocecha propia y no limitarse a reproducir los textos.

Eleonora Zuviarrain plantea correctamente la cuestión del biopoder, el racismo y los temas del último Foucault (hay que aclarar aquí que Foucault había prohibido por escrito que se publicacen estos apuntes y papeles de trabajo suyos  pero los herederos ganaron un juicio y los editaron igual). Donde creo que se equivoca de manera flagrante, igual que otras que también tocaron el tema deleuziano del estado como aparato de captura y sobrecodificación de flujos, es en la marxistización de las formulaciones deleuzianas: el capital no sobrecodifica nada, el Estado es histórica y antropológicamente anterior al capital, el capital ingresa en una axiomática que lo codifica, el capital no crea la propiedad privada sino que la propiedad privada la crea un vacío en la sobrecodificación de los estados orientales, solo después el estado puede acoplarse maneras diversas al capital y a las fuerzas de la mercantilización pero nunca como una subordinación simple. Es más Deleuze expresa claramente que no cualquier axiomática estatal es la misma para  los que resisten la opresión y la explotación. Es dificil encontrar en Deleuze un fundamentalismo ni siquiera antiestatal.

jueves, 24 de mayo de 2012

TP Unidad 3 (colgar para el lunes 4/6)

TRABAJO PRACTICO UNIDAD 3


Elija 1

1) Piense en Gramsci ¿Cómo analizaría el papel de los intelectuales y la academia universitaria (Grupo Plataforma, Argumentos, Carta Abierta) y sus diversos posicionamientos ante el gobierno y la política actual?

2) Piense en el Estado en la sociedad argentina y latinoamericana de los últimos años. ¿Cómo analizar la rehabilitación del Estado y su papel en cuanto a los procesos de cambio social? ¿sirven los conceptos de Holloway de prescindencia del poder estatal, o de Deleuze de “aparatos de captura”, o de Rosanvallon de “desconfianza organizada” y “antipolítica”? ¿podría utilizar el concepto de hegemonía y sus tres elementos?.

3) Piense en algún fenómeno reciente en el seno de alguna institución estatal con impacto en la sociedad marplatense (salud, educación, justicia, etc.) y utilice alguno de los conceptos vistos para analizarlo.

4) Piense en la institución familiar en Mar del Plata. ¿qué particularidades ofrece y qué conceptos de los vistos pueden ayudar a analizarla?.

5) Utilice lo revisado sobre Biopolítica en Foucault y sobre
Sociedades disciplinarias y de control en Deleuze y relaciónelo con el
siguiente texto de Hardt y Negri "Imperio"

"La sociedad civil queda absorbida por el Estado, pero la consecuencia

de ello es una explosión de los elementos que anteriormente coordinaba
y mediaba la sociedad civil. Las resistencias ya no son marginales,
sino que pasan a constituir fuerzas activas que operan en el centro de
una sociedad que se despliega en redes:los rasgos individuales e
singularizan en mil mesetas. Por consiguiente, lo que Foucault
construyó implíictamente (y Deleuze y Guatari propusieron
explícitamente) es la paradoja de un poder que,mientras unifica e
incorpora en sí mismo todos los elementos de la vida social (y, por lo
tnto, pierde la capacidad demediar efectivamente entre las diferentes
fuerzas sociales),revelaal mismo tiempo un nuevo contexto, un nuevo
ámbito de máxima pluralidad e incontenible singularización: un ámbito
del acontecimiento." (Hardt y Negri:37-38).


   Relacionar con lo visto en clase sobre Foucault y Deleuze y
proponer un acontecimiento en el sentido propuesto por la cita.
   Relacionar con el capitulo 3 del texto de Holloway