domingo, 17 de junio de 2012

Trabajo Práctico – Elijan dos de estas. (Colgar antes del 26/06)


1) (Texto de Light y Keller) Cómo analizarían Smelser y Tilly el surgimiento de los movimientos piqueteros en nuestro país.



2) (Texto Bobbio) Respecto de la dictadura militar 1976-1983: ¿había fundamentos para la desobediencia civil ante el golpe dictatorial? ¿qué tipos de desobediencia civil aislada conoce de aquellas épocas?



4) ¿Qué elementos de radicalidad emancipatoria encuentra Ud. En los Mov. Sociales surgidos en Argentina y A. Latina con la crisis del neoliberalismo de los últimos años.?



5) (Texto de C. Jenkins): ¿qué elementos de movilización de recursos pueden analizarse en alguno de los conflictos sociales que se han producido en la ciudad de Mar del Plata en los últimos años (pesca, puerto, contaminación, seguridad, etc.)?


6) En su experiencia personal o de conocidos y amigos ¿ha experimentado el efecto hípergenerador de la militancia? Cuente.

Texto de Apoyo Unidad 4

Entramos en una esfera de la sociología en donde se desdibujan las fronteras entre los institucional y lo comunal, entre lo individual y lo colectivo: los movimientos sociales y la protesta. Los movimientos sociales se instalan justamente en el lugar del abandono de las instituciones: los movilizados están  frustrados por las respuestas de las instituciones y las vías convencionales de reclamo y recurren a formas de acción, ideas, y sentimientos que chocan directamente con los establecidos en las instituciones. Los movimientos surgen ante la falta misma de respuestas de las instituciones y sus vías de manifestación más usuales son las protestas, cuanto menos convencionales, innovadoras y alejadas de lo esperado por las insitituciones, tanto mejor. A lo largo de la historia, campesinos, artesanos, habitantes de las ciudades con fueros frente al poder feudal o absolutista, obreros, estudiantes, etc. se han nucleado colectivamente por fuera del marco de las instituciones existentes para luchar por sus reivindicaciones o creencias. Con el tiempo y las conquistas obtenidas se han ido institucionalizando en sindicatos, ligas campesinas, asociaciones estudiantiles, etc.. Paradigmáticamente, el movimiento obrero surgió en la ilegalidad y la represión, la persecución y la marginalidad política o la clandestinidad a mediados del siglo XIX pero a principios del siglo XX ya contaba con las primeras protecciones insititucionales y legales, y algunas décadas más tarde era un protagonista central de la política merced la organización de grandes partidos socialistas y sindicatos poderosos. Los movimientos de liberación nacional en los países coloniales o semicoloniales también han realizado un recorrido similar: de la lucha irregular pasaron a formar parte de gobiernos o directamente han conquistado el poder político. Todos los procesos de cambio social tienen entre sus actores iniciales formas de movimiento social y acción colectiva desafiante nada o débilmente institucionalizada o reconocida. El éxito de estos movimientos también se traduce usualmente en niveles crecientes de institucionalización.

A partir de la década del ’60 del siglo XX, se desarrollan una serie de nuevos movimientos sociales en los países centrales: los derechos civiles de los negros en EEUU, el ecologismo, el pacifismo, el feminismo, la contracultura juvenil que, como novedad, no parecen interesados en la conquista del poder político como antes había sido característico de los movimientos obreros y movimientos anticoloniales. La transformación social parece independiente del poder político.  Los “nuevos movimientos sociales” (NMS) ofrecen una especificidad teórica: son agentes colectivos movilizadores que intervienen en procesos de transformación social (cambio social fundamental a favor o en contra, impedir, anular o promover), obrando con cierta continuidad, alto nivel de integración simbólica, y nivel bajo de especificación de roles y jerarquías,  valiéndose de formas de acción y organización variables. A diferencia de los movimientos sociales históricos (partidos, sindicatos, movimientos independentistas) los NMS son horizontales, abiertos, con débiles estructuras de poder internas pero fuertes lazos de cohesión simbólica, y se preocupan más por movilizar el apoyo y nuevos sistemas de creencias en la sociedad que en tomar el poder directamente para llevarlas a cabo. Esto ha generado un nuevo campo de estudios en la sociología y la teoría política. Los movimientos sociales y la acción colectiva no institucionalizada que tiene pretensiones de introducir cambios sociales y culturales sin plantear la lucha por detentar el poder político o el mando legítimo, es toda una novedad histórica.

Aquí hay que sacar varios corolarios: el movimiento es siempre más que las organizaciones heterogéneas que engloba, y más que la protesta espontánea porque implican estructuras comunicativas elaboradas y duraderas. Existe en la medida en que está en movimiento y busca apoyo activo y repercusión. Es esencial para el movimiento social la construcción simbólica: la identificación del Otro, el oponente, con selección de niveles, contextos e instancias en la que se lo enfrentará (opinión pública, corporaciones, estado, gobierno, parlamento, etc.) y de un Nosotros sentido y simbolizado que puede difundirse a otros sectores como dimensión “cognitiva” del cambio social. Las formas de participación personal son múltiples y flexibles, sin roles fijos ni formalidades.

Pero están lejos de convertirse en “grupos culturales o testimoniales” ya que actúan en “contextos duros” de relaciones de fuerzas y buscan el éxito para sus iniciativas, combinando formas no convencionales de acción individual y colectiva junto con acciones institucionales. La dificultad de la no institucionalización los pone en la tensión entre la movilización y la disolución, lo que impide “el comportamiento organizacional” (centrado en una organización). Así, a veces un MS sucede o hereda a otro, y otras veces entran en fases de latencia. Los NMS “abren nuevos espacios cognitivos y sociales...y desaparecen en un proceso de difusión/institucionalización”. En este sentido son esencialmente transitorios. También son cíclicos: por condiciones cambiantes del contexto político y económico y porque su vida interna (adhesión, participación) oscila entre el dinamismo movilizador y lo cotidiano institucional.

La variedad de movimientos es inmensa y se pueden clasificar por tipos: adscriptivos o inclusivos, ofensivos o defensivos, progresivos o regresivos o escapistas, violentos o pacíficos.

Las demandas de los NMS producen extrañas combinaciones de supervivencia (ecologismo, pacifismo) y emancipación (feminismo, cambios en relaciones sociales). Aunque hay movimientos puramente conservacionistas de derecha entre los ecologistas, hay otros que plantean que sin cambios en las relaciones sociales no hay preservación ni se pueden evitar las catástrofes ambientales. Entre los movimientos contraculturales aparecen contenidos de recuperación de “soberanía existencial”, autodeterminación contra las megatecnologías, burocracias e industria, mercantilización y cientificismo legitimador, y contra la colonización instrumental de la vida.

Muchos han visto a la crisis de civilización posindustrial y a la problemática de la reproducción social global como los objetos de los NMS, que ofrecen como respuesta otros modelos de producción, convivencia y consumo, que tampoco son novedosos pues se inscriben en tradiciones emancipatorias anteriores. Touraine, el gran teórico de los NMS señala su pretensión de “carácter ejemplar” menos instrumentalistas y estratégicos y más expresivos y orientados al cambio en los valores comunes y los estilos de vida. La literatura especializada suele señalar  8 rasgos que ayudan también a ver la particularidad histórica de estos movimientos.

1) Orientación emancipatoria. Nueva izquierda antiautoritaria pos Mayo Frencés, que desafía el consenso dominante en sociedades industriales, se diferencia de las tácticas neocorporativas y propone formas de organización que son extensiones de sus ideales de reforma social en una pluralidad de idearios y no en ideologías omnicomprensivas como el marxismo en el pasado.
2) Carácter antiestatalista y pro sociedad civil en el sentido de desarrollar formas de contrapoder de base, autoregulación social y defensa. Hay una ambivalencia cuestionadora y desconfianza frente al estado.
3) Antimodernismo y crítica (práctica y de hecho) civilizatoria antiproductivista, antipatriarcal, y antiburocráctica, abogando por una recomunalización, democracia consejista, desinstitucionalización y desprofesionalización de la política, impulsando una economía alternativa y “moral” reabsorbida por dimensiones sociales, etc.
4) Composición social heterogénea con predominio de nuevas clases medias (de los servicios sociales, profesionales, docentes, científicos, etc.) pero presencia de sin techo, desocupados, jubilados, pobres.
5) Objetivos y estrategias muy diferenciados: “actuar localmente, pensar globalmente”. Consensos importantes acerca de objetivos discretos bien delimitados bajo el reproche de ser “movimientos de un solo asunto”.
6) Descentralización y antijerarquía organizativa. Desconfianza de liderazgos y burocracias.
7) Politización de la vida cotidiana y el ambito privado. “Lo personal es político” (feministas), “política en primera persona”. Los espacios de acción son espacios no institucionales y no previstos. Reapropiación del tiempo, el espacio y lo cotidiano con emergencia de identidades socioculturales.
8) Acción colectiva no convencional. Desobediencia civil, resistencia pasiva, acción directa fuertemente expresiva, esclarecimiento popular, componentes lúdicos y teatrales, estetización de la protesta americana en 60/70 y prolongación de la huelga y la lucha obrera a ámbitos no económicos.

En definitiva, lo nuevo en los NMS es que retoman hilos críticos contra la deshumanización, viejas aspiraciones de emancipación en escenarios nuevos. Liberación personal, cotidiana y nuevas formas de vida contra la tecnoracionalización y la autodestrucción. Incipiente conciencia de “especie” (universalización) y cuestionamiento no solo a las decisiones que se toman sino a las razones, las premisas a partir de las que se decide. Desconfían de las tres formas de la racionalidad (científico-técnica, mercado, y ley). El capital, el estado y la ciencia y técnica dejan de constituir soportes legitimadores. Los NMS dan cuenta del agotamiento de recursos de intervención (regulación, administración y violencia, gasto e inversión, información y persuasión) que son inútiles o contraproducentes en temas donde se involucran identidades y no intereses. La conciencia de los límites civilizatorios es el carácter distintivo común y la novedad que pasa del neoanarquismo de la revolución cultural del 68 al tema de la sociedad de la abundancia y de sus peligros.
Autonomía, identidad y democracia radical como parámetros de organización rechazando el principio de delegación y de disciplina: más autonomía, menos política nacional y más local, más participación directa y menos electoral, más gestión y menos figuración y representación, más desobediencia civil y menos violencia. El siguiente cuadro expresa el Nuevo paradigma político de orientación antiinstitucional (Offe, 1988)

Cuadro Diferencias Tradicionales y Nuevos Movimientos Sociales

El texto de Light y Keller muestra el panorama de los estudios de los movimientos sociales, diferenciando diversos procesos de comportamientos colectivos (rumores, multitudes, histerias o pánicos colectivos) y presentando las diversas corrientes teóricas desde las funcionalistas de Smelser hasta las teorías más sofisticadas de la movilización de recursos y aquellas que reintroducen las variables políticas, la perspectiva de poder, en la acción de los movimientos (Tilly).

El texto de Bobbio sobre desobediencia civil es importante porque muestra las gradaciones que puede haber entre el sujeto y el orden social y por tanto demuestra también la posible debilidad de las instituciones: el sujeto siempre tiene una relación tensa y contradictoria con las instituciones, nunca está plenamente institucionalizado, nunca está plenamente fagocitado por la rutina y los valores establecidos, siempre hay reservas de desconfianza y descontento que pueden convertirse en rebeldía o desafío a lo establecido. Es una omisión imperdonable de Bobbio la rica reflexión de los padres Victoria y Suárez que en el siglo XVI en Salamanca consagraron el derecho de resistencia a la autoridad injusta. También es importante destacar que la desobediencia civil se convierte luego de las luchas por la independencia de la India encabezadas por Gandhi en resistencia pacífica, inaugurando todo un módulo de estrategia de lucha colectiva para el resto del siglo y que se prolonga hasta nuestros días. Las variedades de tipos de desobediencia civil son enormes: omisivas, comisivas, activas, pasivas, manifiestas o clandestinas, etc.



El texto de Craig Jenkins, desarrolla el modelo internacionalmente más aceptado de análisis de los movimientos sociales: la teoría de la movilización de recursos cuyo autores más importantes son Tilly y Tarrow. A partir de estos teóricos, los movimientos comienzan a estudiarse no desde el punto de vista de los motivos del descontento (la frustración, la privación, las reivindicaciones) sino desde el punto de vista de sus capacidades internas. Estos teóricos abandonan "el punto de vista de la demanda", porque puede constatarse fácilmente que frustraciones y privaciones que dan lugar al descontento colectivo hay muchas en todo momento, pero organización y lucha por fuera de lo establecido hay muy pocas. Así no son los reclamos los que explican los movimientos sino la posibilidad de "movilizar recursos".  C. Jenkins hace una recapitulación del acervo de recursos materiales y humanos de todo tipo que suelen ser necesarios para la activación de un movimiento: cuadros intelectuales y militantes con experiencia, lugares de reunión, medios de difusión, contactos con instituciones, oportunidades políticas favorables, etc. etc. Es importante la figura de los "empresarios sociales" en esta teoría: personas que cuentan con recursos materiales y simbólicos, influencia social, política, científica, cultural, etc. y la ponen al servicio de los movilizados ayudando a la repercusión pública y la visibilización de los reclamos.

La teoría de la movilización de recursos considera a los movimientos sociales “como una prolongación de del actuar institucional y analizan los movimientos que postulan un cambio institucional y que pretendan alterar elementos de la estructura social”; que aspiran a organizar grupos que actúan en contra de las elites institucionales y que estaban previamente organizados. Los teóricos de la movilización de recursos argumentan que los agravios son un factor secundario y que derivan de conflictos de intereses de orden estructural articulados en las instituciones sociales y que los movimientos surgen a partir de cambios a largo plazo, en los recursos del grupo, de su organización y en las oportunidades de desarrollar formas de acción colectiva.

La movilización es el proceso mediante el cual un grupo se asegura el control colectivo sobre los recursos necesarios para la acción colectiva: recursos tangibles y no tangibles, humanos y materiales. Es decir se plantea como importante el control de los recursos previo a los esfuerzos de movilización. Los movimientos sociales han pasado de las concepciones clásicas de la organización de movimientos sociales (OMS) con liderazgo autóctono, afiliación extensiva a las organizaciones profesionales (OMS profesionales) con liderazgo externo, personal remunerado afiliación reducida o inexistente y acciones que hablan en nombre del grupo agraviado sin requerir su participación.

La organización de los movimientos sociales da lugar al debate entre quienes plantean un modelo burocrático centralizado y quienes se inclinan por un movimiento informal descentralizado. Los primeros sostienen que una estructura formalizada con una división del trabajo maximiza la movilización y que una estructura centralizada de toma de decisiones aumenta la capacidad de intervención inmediata al reducir los conflictos internos. La segunda postura sostiene que los movimientos descentralizados con una mínima división del trabajo e integrados por redes informales y por una ideología de amplio espectro son más efectivos.


El texto de E. Neveau apunta a una cuestión parcial pero no poco importante y que está de moda en el discurso político hoy en nuestro país: la militancia. Basado en estudios empíricos de grupos de militantes y activistas en NMS de Europa y EEUU, el autor cita la teoría del "efecto hípergenerador" según la cual no sería tanto el resultado esperado de éxito en las acciones y la consecución de las demandas lo que moviliza, sino que el proceso mismo de movilización tiene componentes motivacionales muy fuertes para los miembros de los movimientos. La movilización es un proceso que produce estímulos personales de satisfacción en sí mismos, no atados necesariamente al resultado. El placer de la aventura y el riesgo, el ponerse a prueba, sentirse protagonista, etc. son parte de este fenómeno de hípergeneración. La participación genera el mismo combustible que alimenta la participación. Por supuesto, que llevado al extremo estos procesos pueden derivar en sectarismos dogmáticos, estructuras cerradas, invulnerables a las derrotas o, peor aún, que se alimentan de ellas y no logran convertirlas en procesos de aprendizaje colectivo.



Un último aspecto, que no está tocado en la bibliografía pero es importante para entender la trama del lazo social propio de los movimientos sociales es la cuestión del "free rider" o "colado" en nuestro lunfardo. Todo grupo que pretende correr riesgos colectivos luchando por un reclamo común, padece el llamado dilema del free rider: el sujeto que debe correr riesgos de participación para conseguir bienes públicos siempre va a tender a esperar que fueran otros los que corran esos riesgos ya que si los bienes son efectivamente comunes los que los consigan van a ponerlos también a disposición de los que no lucharon por ellos. Todos esperan que sean los otros los que salgan a luchar: si tienen exito y los consiguen van a estar a disposición de los que no lucharon, si no los consiguen ¿para qué arriesgarse y salir a luchar?. Esta paradoja es llamada el teorema de la inclinación a la pasividad.  Esto explica porqué la gente no participa, pero deja sin explicación los innumerables hechos de participación y rebelión. Así, se propone toda una nueva tipología de soluciones al Dilema del Rebelde.

Soluciones de Mercado que se basan en estimular la participación y superar el dilema del free rider aumentando los beneficios adicionales de la participación o reduciendo los costos y riesgos de la misma. 1) Aumento de beneficios: grupos ultrabeneficiados o fanáticos “grupos defensores” (Tilly) o “privilegiados” que tienen más beneficios marginales que costos marginales a su contribución. 2) Baja de costos: de peligros represivos o pérdidas. 3) Aumento de recursos que permita más disfrute de tiempo y compensar costos. 4) Mejora en la productividad de las tácticas: si el costo en perseguir bienes públicos es menor que el de perseguir bienes privados, se motoriza la acción colectiva. 5) La disminución de oferta de bienes públicos motoriza la demanda si no hay bienes sustitutos. 6) Expectativas de victoria: si hay convencimiento que la lucha lleva necesariamente a la victoria se estimula la eficacia de grupo y la participación individual en él. 7) Expectativas de eficacia de la acción individual: el rebelde puede pensar que su contribución no es marginal sino central en el éxito. 8) Información incompleta e ilusiones sobre costos bajos, beneficios accesibles o apoyos masivos de otros sectores, etc. 9) Asimilación del riesgo: aumentar la tolerancia al riesgo del rebelde por socialización política o experiencias anteriores. 10) Espiral de competencia entre enemigos: los aumentos de amenazas colectivas de un lado generan contramenazas del otro. 11) Ausencia de salidas: la imposibilidad de “votar con los pies”, buscar en otro lado, precipita la participación en la Acción Colectiva. 12) Cambio de tipo de BP (bien público): hay “histerisis”= más sensibilidad a las pérdidas que a las ganancias, más predisposición a defender lo perdido que a atacar. Además si los BP suponen “beneficiarios rivales”, la mayor participación disminuye el beneficio esperado al tener que distribuirse entre mas.

Soluciones basadas en Comunidad: solución basada en los costos o riesgos de no participar por pérdida de bienes sociales y simbólicos ya disponibles: sentido de pertenencia, protección comunitaria, etc.  1) Conocimiento común: puede haber certezas acerca del comportamiento colectivo de los otros que aseguran la utilidad de sumarme. Lo mismo por razones culturales, experiencias anteriores, información directa o movilización ya en curso o “subirse al carro”. Al dilema del rebelde subyacen tanto el del prisionero (acción estratégica en pos de beneficios esperados) como de la seguridad (certeza acerca de los otros). 2) Valores comunes: autorrealización, participación como experiencia y beneficio, etica o solidaridad con otros aunque con riesgos, la protesta como fin en sí, conciencia de grupo, altruismo, etc.


Soluciones basada en Contrato: mediante organización y autogobierno con normas y sanciones acordadas y compartidas que prohiban las conductas oportunistas. Soluciones generadoras de institucionalidad. Autogobierno: soviets, comunas, cooperativas, comites o pandillas acuerdan e imponen reglas, controles y procedimientos propios. Acuerdos “toma y daca” o cooperación contingente basada en la seguridad de que otros o muchos participarán. Acuerdo de iniciar campañas o eventos que se asegura incentivar la masividad, etc. Acuerdos de intercambio: negociación, redistribuciones mutuamente beneficiosas, etc.


Soluciones basadas en Jerarquía: mano visible que presupone autoridad o poder impositivo previo. Localizar agentes o empresarios: confianza en líderes que crean organizaciones que solucionan el problema del “agente”. Localizar patrones: apoyos externos que subsidian costos de participación. Los apoyos externos suelen maximizar los conflictos.

Las tendencias que pueden desarrollar los movimientos de rebeldes son la “reorganización” hacia un club exclusivista en donde el beneficio marginal es igual al costo marginal del último miembro; hacia un subgrupo “fanático” de defensores identificados con una bandera o identidad; o hacia una descentralización en grupos locales más sencillos que puedan seguir impulsando la acción colectiva.

Así vemos que los movimientos plantean formas de competencia entre grupos o miembros dando alicientes a la participación para “destacarse”, o formas de imposición de medidas, control de deserciones y de incumplimientos de responsabilidades, y administración de incentivos y desincentivos bajo el lema “Se puede superar el dilema del rebelde si el rebelde recibe algo como consecuencia de su participación”. Dentro de los movimientos se juega mucho con la predisposición a ser coaccionados, o aceptar coacciones sobre las que haya acuerdo o aceptación mutua.

Las implicancias de este análisis, son muy importantes: hay muchas formas de promover la acción y la participación colectiva contestataria de manera racional para los involucrados. El acierto político consiste en cómo resolver en cada caso y circunstancia el dilema.

Las soluciones nunca son únicas: siempre presuponen al menos una de las otras. Y en este sentido son circulares y paradójicas. Para que haya contrato tiene que haber mercado, este presupone algo de comunidad para la confianza en los intercambios, la comunidad necesita jerarquía para reforzarse y trasmitirse a nuevas generaciones, la jerarquía necesita de contratos porque finalmente necesitará que lo acordado bajo coacción quede como acordado. No se puede explicar la acción colectiva presuponiéndola, ninguna solución es suficiente, aunque sean necesarias.

Es dificil explicar el bien público en sí que significan las instituciones. Valores comunes, descentralizaciones, competencias o exclusivismos siempres suponen problemas de acción colectiva de segundo orden: tiempo destinado a controlar, riesgo de incentivos selectivos no valiosos, costos de coordinación, etc.

Como todo orden social descansa en una combinación de coerción, interés y valores, es necesario combinar soluciones. La cooperación puede catalizar o multiplicar otras motivaciones. Tanto el utilitarismo como la equidad interactuan para reforzar la cooperación o compensarse uno con otro. Es típico el caso de los cooperadores condicionales: cooperan solamente si hay un grupo mínimo previo que coopera. Los juegos de cooperación difieren de los de intercambio e implican un capital social que convencionaliza acciones de reciprocidad. Tanto recursos previos, como intercambio voluntario, como coordinación institucionalizada pueden ser bases de apoyo de la AC.

El rasgo de impredecibilidad es inherente a la acción colectiva desafiante: la multiplicación de soluciones y contextos hace imposible la anticipación. La AC es inestable y en gran medida fortuita.

Además están las consecuencias indeseadas de las soluciones sobre todo de los incentivos selectivos (saqueos, oligarquización de la organización, cooptación, utilitarismo creciente en las expectativas de miembros, etc.).


martes, 5 de junio de 2012

DEVOLUCION TP 3

 
Es evidente el interés por los posicionamientos de los intelectuales. Han sido en general muy buenos aportes y por supuesto son temas sobre los que es deficil tener argumentos concluyentes. Me hubiese gustado algo más contextualizado en Mar del Plata, su estado, sus problemas. 

Consigna 1

Estefania Martynowskyj, caracteriza con precisión Carta Abierta y Plataforma pero no introduce ninguna reflexión utilizando a Gramsci y la cuestión de los intelectuales. ¿Por qué se agrupan los intelectuales? ¿Por qué unos se asocian a una estructura política y los otros no?. A diferencia del peronismo histórico, el kirchnerismo ha sido capaz de conquistar mucho apoyo entre las elites académicas. Es posible que las políticas de aumentos prespuestarios para educación y ciencia no sean ajenos a este resultado.

Agustina Bacciadone en el mismo estilo, suma al grupo Argumentos, explicando las características de los tres grupos en danza: unos intentan cambiar mediante la acción política de apoyo al gobierno, otros intentan equilibradamente criticar pero no entrar en el terreno político de ataque y defensa, y otros intentan criticar atacando al gobierno. La visión del concepto de hegemonía que atribuye a Gramsci: los intelectuales como empleados de la clase dominante y la hegemonía como monótono efecto de los aparatos ideológicos del estado, no la comparto en absoluto. Los intelectuales participan de las luchas, la hegemonía nunca es monótona y las instituciones estatales también están atravesadas por luchas. El campo intelectual es objeto también de luchas por los bloques que se forman en torno a la defensa o el ataque a determinado orden social y configuración de fuerzas. Nada hay más contrario al pensamiento gramsciano de “solidificar” la hegemonía. La lucha por el consenso y el consentimiento es la norma más que la excepción. Iglesia, escuela, cultura, academia, medios, pueden estar atravesados por disputas importantes en las que los diversos grupos o clases intentan gestar sus propios vectores hegemónicos. Sigue siendo válida la pregunta: ¿Los alineamientos de los intelectuales y sus agrupamientos qué tipo de luchas y conflictos ponen en juego?.

Milagros Dolabani utiliza a Gramsci e intenta responder con el contrapunto entre “intelectuales críticos” en oposición a los “intelectuales orgánicos” del gobierno. Sin embargo, en la famosa expresión gramsciana “intelectuales orgánicos” se refería tanto a aquellos que inscribían su praxis en el bloque dominante como en el bloque popular. La dicotomía no sería aplicable porque es claro que sería absurdo atribuir a las clases populares un posicionamiento contrario al gobierno sino todo lo contrario. Es así que en algunos casos la terminología es forzada y termina dando una vuelta de campana: los críticos se oponen al gobierno (pero junto con el gobierno a las clases populares que el gobierno parece conducir en un bloque hoy hegemónico)  y los orgánicos siendo parte del dispositivo hegemónico y del control del estado comparten el alineamiento con la mayor parte de las clases populares. ¿Los críticos corren el riesgo de terminar en posiciones próximas a las de las clases dominantes y los orgánicos corren el riesgo de perder toda perspectiva crítica?.

Ivana Ratto, en la misma línea de focalizar el análsis en la dicotomía de a favor y en contra del gobierno suma al debate con acierto al grupo Argumentos que parece tener la “independencia” e inorganicidad de P12 y la posición de apoyo a la mayor parte de las políticas gubernamentales de CA. Así, preservarían su capacidad crítica “no deglutida” por su adscripción al gobierno y al mismo tiempo genuinamente “valoran positivamente” los aciertos del mismo. En este sentido, Argumentos es un grupo que hace de la inorganicidad un “ethos” intelectual que lo coloca casi en las antípodas de las concepciones gramscianas.

Yolanda Herren señala con acierto que para Gramsci “cada grupo tiene sus intelectuales pero nunca son autónomos”, siempre hay relaciones de poder; la pregonada independencia de los intelectuales es falsa. Desde allí cuestiona duramente el posicionamiento central de P 12: “desmontar el relato alienante del gobierno” que los situa como los poseedores de una verdad enmascarada por la hegemonía gubernamental. El intelectual crítico deviene “tribunal epistemológico y ético” que generalmente lleva al aislamiento desde la cual es dificil construir hegemonía. Se pueden introducir dos elementos adicionales: la debilidad “intelectual” de la oposición política favorece el aislamiento de los segmentos de intelectuales disconformes, y que P12 no carece por completo de articulación con luchas sociales ya que tiene fuerte cercanía con el movimiento ciudadano ambientalista en varios provincias.

Joaquín Picón se aleja un poco de los planteos anteriores y afirma que la cuestión interesante a debatir es cuál es la función de la Academia dentro de la Sociedad Argentina en esta etapa y con acierto apunta al hecho notable del protagonismo de actores colectivos académicos (en tanto que tales no pueden ser “orgánicos” ni P12 y CA). También probablemente sea cierto que, en tales condiciones donde los intelectuales aparecen cuasi corporativamente en vez de orgánicamente integrados a formaciones políticas, ninguno de los dos tenga efectos hegemónicos de ningún tipo. Sin embargo, hay que aclarar de nuevo CA tiene puntos de articulación nítidos con políticas sociales y comunicacionales y P12 pretende articularse con el conflicto ambiental.

Marcela Moschella realiza una toma de posición decidida de preferencia de CA y los intelectuales que se comprometen en apoyar las políticas del gobierno sobre la base de que también son capaces de criticarlo como ha ocurrido con la Ley Antiterrorista o también antes con la represión en Formosa a los Qom o el asesinato de J. Chocobar (¿?). 

Consigna 2

Azucena plantea críticas a Holloway y se basa en Deleuze y Guattari, Harvey y otros, para realizar fuertes críticas (5 páginas!!!, ¡cuánto odio!, ja ja) a los procesos de los gobiernos de izquierda o posneoliberales  latinoamericanos. El esfuerzo es válido pero hay algunos defectos conceptuales: de ninguna manera es una buena lectura de Deleuze partir de que el Estado es un mecanismo de captura del capital. Si lees el texto está más que claro que el Estado tiene una existencia anterior y que se sustrae al capital (ver la cuestión de la axiomática). Además está clarísimo en Deleuze que "da lo mismo cualquier estado" como parece ser tu tésis. Las consideraciones acerca del gobierno y A. L. exceden el propósito del trabajo pero algunas son sumamente cuestionables: ¿"asistencialismo" la Asignación Universal por Hijo? o ¿el plan C-I?, pensar en una alianza con las empresas extractivas después de la reestatización mayoritaria de YPF es al menos temerario. La organización de la oficina de provincias mineras para negociar en mejores condiciones con las mineras me parece que es algo que tampoco encaja en el término "alianza".

Cristian Tibaldi, toma algunos autores y conceptos posclásicos y en general ve su inaplicabilidad para los contextos latinoamericanos. Salva del naufragio al biopoder pero dentro de un nivel de abstracción muy elevado que se reconoce es poco operativo.

Martina Castro también rechaza las teorías de Holloway que menoscaban el papel del estado pero revaloriza el concepto de política de la desconfianza como forma de intervención democrática ciudadana que tiene vigencia en los procesos de nueva estatalidad latinoamericana. No obstante, de manera por demás clásica sigue pensando el estado en relación a la acumulación de capital (como si la misma fuera un proceso autónomo del estado).

Mariano Malvica se diferencia de Martina en que atribuye la política de la organización de la desconfianza ciudadana a las clases desplazadas del control del estado en los gobiernos de la izquierda posneoliberal. Los herederos del veto, del enjuiciamiento y la vigilancia son las clases dominantes en el pasado que ahora necesitan recuperar el control del Estado. Mariano introduce con tino en contra de Holloway la importancia que tiene la disputa por el Estado para estas clases, aunque reconoce que el Estado no puede ser analizado haciendo abstracción de las relaciones de poder social, económico, cultural.
Carolina Tavano se esfuerza en analizar los aportes diferenciales de los autores remarcando sus origenes europeos, y las diferencias de época en las que produjeron los textos. Es muy interesante la lectura que propone sobre la “contrademocracia” en el proceso argentino del 2001-2003 y la posterior rehabilitación de los poderes democráticos representativos  que no obstan para la perduración de formas de política negativa, poderes de veto, de juicio, etc. También me parecen excelentes las caracterizaciones “axiomáticas” de la problemática del estado actual y sus oscilaciones neoliberales y socialdemocratas.

María EugeniaGarcía hace un esfuerzo demasiado abstracto para mi gusto de relacionar los aportes de los autores posclásicos. Destaca con acierto la idea de Deleuze de desterritorialización y el recupero que hace de ella Holloway: las relaciones capitalistas nunca han estado limitadas por las fronteras estatales. Sin embargo, me parece que el esfuerzo termina en una reposición de las teorías ultraclásicas: la ley del valor como explicación última.

Consigna 3

Sánchez Reales Xavier y luego Karina Galera hacen una reflexión foucoultiana sobre la Ley de muerte digna (que evidentemente no es algo propio de MdP). Típicamente, el estado a través de los dispositivos de la industria médica se arrogaba el poder sin límites de “hacer vivir” donde tienen prioridad los nacimientos, el nivel de salud, la duración de la vida y la tasa vegetativa. Pero no se explica tanto porqué ahora el estado es más benigno con la muerte; porqué ahora la prioridad la tiene el “dejar morir”.  

Pilar Bonnet propone el ejemplo del conflicto intraestatal de la Justicia y el poder político en Mar del Plata como caso que demuestra la concepción de Holloway antiestatalista y de Foucault como micropolítica que desborda las instituciones “soberanas”. El problema de este tipo de análisis es que se intenta explicar un caso particular mediante unas teorías de enormes niveles de abstracción con pocas mediaciones con los casos concretos presentados. Es claramente errónea la asociación del activismo judicial con la concepción del poder de Foucault. Todo indica que el poder judicial ejerce mucho más esos posibles micropoderes de normalización, disciplinamiento, etc. en condiciones de ejercicio rutinario y no en momentos de conflicto abierto.

Consigna 5

Gisela Toschi, hace un repaso de algunos de los aspectos centrales de los autores posclásicos. El nivel cuasi filosófico del concepto de acontecimiento y de algunas de otras categorías siempre es algo dificil de manejar más allá de repetir conceptos o frases.  Los planteos son correctos pero le falta a mi juicio algo de problematización, de puesta en cuestión, de agregar algo de cocecha propia y no limitarse a reproducir los textos.

Eleonora Zuviarrain plantea correctamente la cuestión del biopoder, el racismo y los temas del último Foucault (hay que aclarar aquí que Foucault había prohibido por escrito que se publicacen estos apuntes y papeles de trabajo suyos  pero los herederos ganaron un juicio y los editaron igual). Donde creo que se equivoca de manera flagrante, igual que otras que también tocaron el tema deleuziano del estado como aparato de captura y sobrecodificación de flujos, es en la marxistización de las formulaciones deleuzianas: el capital no sobrecodifica nada, el Estado es histórica y antropológicamente anterior al capital, el capital ingresa en una axiomática que lo codifica, el capital no crea la propiedad privada sino que la propiedad privada la crea un vacío en la sobrecodificación de los estados orientales, solo después el estado puede acoplarse maneras diversas al capital y a las fuerzas de la mercantilización pero nunca como una subordinación simple. Es más Deleuze expresa claramente que no cualquier axiomática estatal es la misma para  los que resisten la opresión y la explotación. Es dificil encontrar en Deleuze un fundamentalismo ni siquiera antiestatal.