miércoles, 18 de julio de 2012

Devolución TP 4


En términos generales sobresale el hecho de que casi tod@s se colgaron del efecto hípergenerador y de los piqueteros o la desobediencia civil en la dictadura. Fueron excelentes todos los aportes en el tema militancia, y da lugar seguramente a muchas opiniones y posibles debates. Es muy bueno que todos o la gran mayoría hayan tenido o tengan experiencia militante y que puedan reflexionar sobre ello.
No hubo interés en la cuestión del capital social y solo una trajo un tema propio de la conflictividad de la ciudad de Mar del Plata, lo que es algo raro para estudiantes de sociología. Veamos por consigna.

Consigna 1 sobre los piqueteros.

No se entiende bien el planteo de Karina Galerna (dice que es la 6 pero contesta claramente la 1), hay que releer el texto de Craig Jenkins sobre la movilización de recursos y el de Light y Keller en la parte que dedica a Tilly. ¡Los recursos movilizados no se refieren a “generar fuentes de trabajo”!.

Maria Eugenia Garcia señala con razón el elemento de interés común invocado por Tilly y señala con acierto los dilemas organizativos de los movimientos: centralización o descentralización. Mariano Malvica señala el apoyo de otros sectores a la causa piquetera, sobre todo el apoyo de ciertos sectores del periodismo, la militancia universitaria y los movimientos sociales, es decir moviliza “recursos” humanos en torno a su lucha.

Estefanía Martynowskyj parte de manera precisa de las diferencias entre ambos modelos de análisis y caracteriza excelentemente el surgimiento de los primeros grupos de piqueteros en términos de los 6 factores de Smelser. Se subraya la importancia del señalamiento de la radio como factor de conductividad estructural. El análisis desde el punto de vista de Tilly es más esquemático.

Uno de los elementos que extrañamente no aparecen en las caracterizaciones es la movilización de recursos simbólicos, identitarios y de experiencia de lucha: los primeros piqueteros eran ex obreros despedidos de YPF, y varios de sus líderes habían tenido experiencia sindical. Los desocupados no eran “desocupados” eran “trabajadores desocupados” que no es lo mismo. Lo primero los acerca a la cuestión de la marginalidad y la exclusión, lo segundo los reintegra a las narrativas de la clase trabajadora. "Piqueteros" fue no una identidad asumida espontáneamente por los movilizados, sino una identidad atribuida por el periodismo, que luego fue usufructuada para conseguir repercusión mediática.

Agustina Bacciadone y Eleonora Zuviarrain señalan con acierto las limitaciones del esquema de Smelser considerando que está pensado para movimientos “reactivos” y no para organizaciones que se desarrollan en plazos largos como los piqueteros (lo que les quita agencia a los actores). Tienen razón también al indicar la importancia del factor organización señalado por Tilly. Eleonora da a entender al pasar algo importante: los intereses comunes no están dados por la situación económica, sino que los movimientos deben trabajar simbólicamente para unificar intereses; hacer comunes los intereses individuales y de diversos grupos es algo fundamental para los movimientos.

La crítica de Cristian Tibaldi acerca del carácter deshistorizado de las teorías de Tilly y Smelser es atendible, sin embargo, no creo que regresar a los esquemas fijos de lucha de clases sea la solución.

Marcela Moschella y Milagros Dolabani en cambio erran al interpretar la “conductividad estructural” como un hecho estructural de la desocupación, el ajuste, etc. Este concepto se refiere a la fluidez de un contexto social para que pueda difundirse y propagarse una demanda (medios de prensa, libertad de expresión, de reunión, proximidad territorial de los afectados, etc.) como señalan Estefanía y Joaquín. Asimismo es necesario aclarar que la “creencia generalizada” supone una clara imputación de la responsabilidad de lo ocurrido: en el caso del movimiento piquetero claramente se imputaba a las políticas desreguladoras y privatizadoras como causantes de la crisis, como acierta en señalar Joaquín Picón. Es más dudoso como plantea Milagros que fuera la “corrupción” la creencia generalizada vigente que movilizaba a los desocupados en aquel momento.

Consigna 2 sobre desobediencia civil en la dictadura

Excelentes las consideraciones de Yolanda Herrén sobre la aparición de “Las Madres de Plaza de Mayo” como “nuestro ejemplo más admirable” de desobediencia civil comisiva, activa y manifiesta. El señalamiento del uso de las fotos (como dice Roland Barthes, “la foto afirma que esto fue”) como recurso de acción desafiante y su instalación masiva en el espacio público, y las rondas de los jueves como “multitud expresiva” también son muy atinadas. Marcela también invoca a las madres y señala con acierto el uso simbólico del pañuelo y sobre todo el hecho de que violaban el estado de sitio de la dictadura, de ahí las rondas, ya que si se detenían podía confundirse con una reunión pública que estaban prohibidas por el estado de sitio.

Karina, Ivana y el resto de los que contestan esta consigna retoman las Madres que tienden a ocupar todo el espacio simbólico de la resistencia a la dictadura… pero hay que decir que hubo otros ejemplos de resistencia civil como señala Milagros con acierto: el rock, sobre todo después de Malvinas, o Martina Castro con movimientos culturales como Teatro Abierto, entre muchos otros. Asimismo señala Pilar Bonet el intento fallido –muchos piensan que hasta contraproducente- de la resistencia armada de Montoneros y ERP, sin olvidar que no tuvieron ningún efecto político o social significativo. Pero también hay que recordar casos olvidados de resistencia civil: obreros de Renault que recibieron con una lluvia de tuercas al ejército, paro del subte, huelga general de la Comisión de los 25 en abril del 79, por la que fueron muchos dirigentes gremiales presos.

Consigna 4 sobre movimientos emancipadores en A. Latina

María Susana Robledo señala con detalle 3 experiencias latinoamericanas liminares en la lucha contra el neoliberalismo en A. Latina: el zapatismo, los piqueteros y la confederación de naciones indígenas ecuatoriana. Hay que señalar que con lo importante que fueron estas experiencias en los tres casos quedaron parcial o totalmente al margen de los gobiernos que más avanzaron en políticas antineoliberales: los piqueteros se dividieron respecto del gobierno kirchnerista, los indígenas quedaron enfrentados con el gobierno de Correa que es el que impulsó una reforma constitucional que incluye el principio del sumak kwasay. En México los gobiernos siguieron siendo neoliberales y la centro izquierda no logró avanzar demasiado.

Carolina Tavano propone al movimiento Tupac Amaru como experiencia emancipadora de base indígeno-comunitaria. En este caso, sobresale la notable combinación de fuerte arraigo y autonomía en la gestión de proyectos sociales con un fuerte personalismo carismático de Milagro Sala, el alineamiento con el gobierno y la articulación con organismos estatales.

Consigna 5 sobre acción colectiva en Mar del Plata

Pilar trae a cuento el conflicto de la pesca en Mar del Plata y analiza acertadamente las capacidades coactivas y de presión sobre otros sectores que tienen los gremios de la pesca como recursos de lucha a movilizar. Quizás falte describir un poco más los aliados con los que cuenta, sino parece un sector aislado.

Es excelente el conflicto que Gisela Toschi propone: la apropiación de terrenos de una reserva ecológica por el Club Aldosivi desata una lucha de un  movimiento ecologista local y los vecinos como protagonistas. Aunque es escueta la descripción del conflicto surge claramente el tema de la movilización recursos, aunque hubiese sido interesante analizar más cómo se difunden y qué tipo de legitimidad busca un reclamo de este tipo entre los vecinos. 

Consigna 6 sobre efecto hípergenerador

¡Notable!, brillante propuesta de Yolanda Herrén (¿estabas inspirada por algo en particular?) de ejemplo en la “Contraofensiva” montonera en 1979 como un caso de efecto hipergenerador de militancia… “En el exilio nos estamos oxidando” “Allá en el exilio, cuando la emoción dejó de ser un componente considerable, desaparecida la embriaguez del combate, la fascinación de la clandestinidad, ganó el tedio, la vida incolora, la rutina, los problemas domésticos”. También es excelente la introducción desde el psicoanálisis del concepto de sublimación en relación al efecto hipergenerador, que señala Joaquín Picón.

Excelente observación de María Robledo en el sentido que “militar” tiene clara conexión con lo castrense y también que la definición de un enemigo es esencial a la identidad militante. También son excelentes sus reflexiones sobre su experiencia de militancia y el papel del compromiso “corporal”. La frase que cita de Tiqqun “la victoria -del sistema capitalista- se consigue cada vez que el militante, al final de una dura jornada de trabajo político se desploma frente a una película de acción” no la comparto en absoluto porque me evoca “purismo” y “descontaminación” como valores militantes, cuando en realidad son mistificaciones de la moral burguesa más rancia. Pero es para debatir, claro.

Cristian Tibaldi también hace una serie de reflexiones sobre su propia militancia y la separa de la militancia burocrática tradicional de izquierda. Sin embargo, no está claro si esto anula o en realidad acentúa el efecto hipergenerador.

Estefanía Martynowskyj da cuenta de su propia experiencia en una organización estudiantil que llevaba adelante iniciativas de trabajo territorial, “donde la participación de los individuos en las mismas estructura de manera significativa la identidad de sus miembros”. Algo semejante plantea con acierto Carolina Tavano referido al desencanto que sufrió y hace una afirmación controvertida que merece mayor espacio: el efecto hipergenerador como incompatible con la autocrítica, y Martina Castro también señala los riesgos que acompañan el compromiso militante. Me permito meter mi bocadillo: en realidad el efecto hípergenerador siempre nos expone (no necesariamente) a una trampa: si los resultados no importan, si la motivación recide en el camino de lucha y no en el destino final, estamos a merced de ser seducidos por la derrota perpetua. Incluso el ser un derrotado podría investirse de “dignidad” militante. Los que “ganan” (ver comentario de Agustina sobre los militantes K) perderían el aura desinteresada, de pureza sacrificial. Aquí, continuando con la línea que plantea Joaquín, se pueden hacer consideraciones psicoanalíticas que sé que Uds. les encantan (ja ja): el efecto hípergenerador también puede relacionarse con las fijaciones compulsivas obsesivas donde el sujeto se niega a realizar su deseo porque teme a quedarse sin deseo. El deseo debe consumarse justamente para poder desplazarse y fluir hacia otros objetos. No alcanzar nunca al objeto es garantía de tener algo por lo que vivir, pero autosabotearse para tener algo por qué vivir es vivir para creer y no creer para vivir, es no permitir el siempre doloroso fluir o migrar del deseo.

Mariano Malvica  evoca con transparente nostalgia su ingreso a la carrera de socio recién reabierta y la dimensión de integración social que se fue dando entre los compañeros que estaban participando de ese “retorno histórico” y reparador. El efecto hípergenerador se maximizaba por la situación de estar construyendo la carrera al mismo tiempo que estudiando en ella. Es muy importante el señalamiento que hace sobre las marcas identitarias que dejan este tipo de experiencias y los “habitus” que se internalizan con la militancia.
En el mismo sentido “Angel Rojo” (Gisela Toschi), muestra en su propio nombre el “efecto hípergenerador” y también considera al apertura de la carrera y sus peripecias una experiencia movilizadora.
No llego a entender el razonamiento de Ivana sobre el efecto hípergenerador asociado a la muerte de figuras públicas.

Me parece que Agustina Bacciadone tiene razón cuando habla del efecto hípergenerador de la creciente militancia K en la universidad pero es contradictorio con lo anterior, cuando dice que se produce por el “encanto de los que ganaron las elecciones”. La militancia K viene creciendo desde largo rato y tuvo tres grandes acontecimientos “captadores” de voluntades: el conflicto con el Campo, el impulso a la ley de medios y la muerte de Néstor K. En ninguna había victorias o éxitos fáciles, sino todo lo contrario. Además es contradictorio el razonamiento de relacionar el efecto hípergenerador con el cálculo oportunista de sentarse con los ganan. La militancia K creo que justamente se implicó en un típico efecto hípergenerador a partir de la “épica” del enfrentamiento a grandes enemigos tomando grandes riesgos. Es probable que el infarto de Néstor K haya sido tomado como “sacrificio político” producido por el compromiso con estas grandes luchas y que esto haya atraído a multiplicidad de jóvenes. Es importante el señalamiento de que militar también significa hacer propias las banderas de la organización por sobre los propios intereses y opiniones personales, generando un efecto de comunión que otorga satisfacciones subjetivas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Marcelo, soy Martina Castro. No figura en las devoluciones ninguna correccion sobre mi trabajo nº4. Dejando planteada la inquietud, aprovecho para saludar..