jueves, 2 de agosto de 2012

Devolución TP 5

Esta vez me pareció que en general se leyó menos, se usó menos lo que leyeron y muchas respuestas fueron apenas impresionísticas, y algunas francamente solo para "zafar". Espero no ocurra lo mismo con las monografías. Abrazo.

1) ¿Cómo caracterizaría a la ciudad de Mar del Plata en términos de ecología urbana y de segregación social?




Excelentes las caracterizaciones de Carolina Tavano y Martina Castro de casos de segregación territorial en MdP, utilizando conceptos de Merklen y también de Sigal como distancia institucional y de insuficiencia de integración, en donde la distancia geográfica a los recursos se convierte de por sí en una barrera de segregación. Notable el ejemplo de Martina del programa de la municipalidad para que los niños pequeños de los barrios periféricos o semirurales conozcan el mar.

Estefanía Msrtynowskyj hace una recapitulación histórica de la segregación en MdP, ciudad fundada por un aristócrata y los cambios a lo largo del Siglo XX en la forma de esa segregación que acompaña al fenómeno del turismo. Es muy atinada la apelación a P. Schapira con su idea de fronteras internas de la ciudad y los enclaves y gradientes de pobreza y de segregación dentro de cada zona de la misma. En ese mismo sentido María Robledo repasa la historia de la ciudad que remata en el caso del desalojo de la Villa el Paso y su relocalización en barrios construidos en la periferia.

Dolabani señala también los cortes clasistas de la ciudad y el caso de El Paso. En este punto sobresale el análisis meramente impresionista y la no utilización de los conceptos y los autores.

Joaquín Picón y Agustina Bacciadone dan sus impresiones sobre la ciudad pero falta una utilización de algún concepto de la bibliografía, aunque Agustina introduce la cuestión de los barrios privados.

Karina Galera se limita brevemente a constatar las segregaciones clasistas entre los diferentes barrios de la ciudad.



2) Utilizar ejemplos de Mar del Plata para describir redes de

capital social, que sean particulares del territorio.



Cristian Tibaldi propone con sagacidad un contraejemplo del capital social en los movimientos por la vivienda marplatenses en un barrio en donde en vez de aumentar la solidaridad se fragmenta a partir de la incidencia de la política y el delito. Pero la contradicción puede ser totalmente aparente: la lucha por el control de flujos económicos y políticos del territorio puede significar también diversas oportunidades de aumentar el capital social para algunos de sus miembros. Nadie dice que el capital social o las redes funcionan para unificar barrios o comunidades, muchas veces justamente las dividen. Algo semejante pasa con el ejemplo de “el comedor” de Estefanía Msrtynowskyj: las familias que hacen las veces de organizadoras e intermediarias también extraen ventajas particulares y poder de exclusión sobre otras familias.

Yolanda Herren propone a los migrantes o medieros horticultores bolivianos como redes de solidaridades parentales que dibujan un sendero laboral en el que no están ausentes estructuras jerárquicas e incluso abuso laboral y servidumbre. Sin embargo, la estimación de esta situación como capital social corre por cuenta de las mismos “víctimas” y depende mucho de cómo eran sus condiciones de vida en sus lugares de origen. Es decir, ser un trabajador esclavo de un taller textil propiedad de un familiar, puede resultar mejor que ser un desocupado o un recolector de coca que trabaja por temporadas. Habría que preguntarse si en estos casos el capital social en realidad no tiene nada que ver con la solidaridad.

Karina Galera menciona brevemente que ella conoce gente buena que le da el desayuno a los chicos pobres.



3) Lommnitz afirma que es la escasez y no la abundancia la que vuelve generosa y solidaria a la gente en los barrios populares. ¿Cómo diferenciaría las redes de solidaridad descriptas por la autora de las formas de solidaridad “institucionalizadas” de Caritas, Unicef, etc.?



Martina Castro y M. Moschella señalan con acierto como elemento diferenciador la simetría de las relaciones de reciprocidad entre pares de pobreza y la asimetría con los funcionarios o las instituciones de ayuda o asistencia. Hay que recordar, para evitar todo romanticismo, que en la enorme mayoría de los casos los pobres incluso luchan para ser incluidos en estar relaciones de solidaridad asimétricas, e incluso que la disponibilidad de recursos obtenidos mediante estas formas de solidaridad institucionalizadas son las que permiten luego ser distribuidas a través de la cooperación espontánea entre vecinos o parientes: la obtención de los Planes Trabajar era “socializada” al interior de los movimientos de desocupados tomando criterios de integración barrial, confianza, etc. Joaquín Picón además introduce con acierto el tema de la escala de acción de ambas formas de solidaridad. María Robledo introduce una cuestión interesante: el altruismo puede tener connotaciones jerárquicas y asimétricas ya que solo puede ayudar desinteresadamente quien no está inmerso en la necesidad de los destinatarios de la ayuda. La reciprocidad horizontal de los marginados siempre tiene algo de “interesada” en la medida que comparten la necesidad y buscan satisfacerla.

Milagros Dolabani señala también muy claramente las diferencias verticales que separan ambos tipos de solidaridad pero no me queda claro la cuestión de la exigencia de “reciprocidad” o de comportamientos devolutivos por parte de los beneficiados por las organizaciones institucionalizadas.



4) La rehabilitación de la respuesta estatal a las clases populares a partir del 2003 ¿cómo afecta a las organizaciones sociales y comunitarias o los movimientos sociales y políticos que nuclean a las clases populares en sus territorios?. ¿Hay algún caso interesante en Mar del Plata?.



Cristian Tibaldi ofrece las luchas por la vivienda del LST y MPL y recurre al concepto de Merklen de inscripción territorial con sus componentes de lazo social y político. Es curioso que se mencione por un lado que no hay cambio en las políticas de las autoridades más que en lo discursivo, que “en la negociación y en la represión” se ve que no hay cambio alguno, para terminar reconociendo que finalmente tienen 41 viviendas y van a construir 60 más. ¿No hay una contradicción al menos en parte entre estos dos argumentos? Aunque no conozco casi nada de los gobiernos anteriores marplatenses ¿el solo hecho que se haya negociado después de una toma no me parece que sea algo común en la década del ’90 al menos? Y si esto es así, efectivamente habría que hablar de un cambio.



Maria Eugenia Garcia propone el ejemplo del frigorífico Sadowa convertido en cooperativa de trabajadores mediante el recurso a relaciones de confianza territoriales, aunque no se explicita demasiado este punto. Están bien las puntualizaciones de Merklen referidas al lazo político, las demandas hacia el estado, la búsqueda del reconocimiento, etc.



5) Describir en qué medida la teoría del capital social puede
ser acusada de "economicista"



Herrén y Tavano decididamente analizan estas teorías como derivaciones del individualismo metodológico, y de las teorías utilitaristas de la acción. Pero creo que Bourdieu no comulga con estos supuestos de maximización para los que los actores deberían disponer de reglas de cálculo e información “objetivas” y precisas. La teoría de la práctica supone no sujetos calculadores con reglas universales reductibles a la ventaja económica, sino sujetos prácticos que arbitran sobre lo razonable sabiendo lo irreductible de los distintos campos. El capital social no supone necesariamente la expectativa de una ventaja material como parecen pintar el economicismo de otros autores. Al contrario convertir todo en ventajas materiales hacer reducir el capital simbólico y probablemente redunde en pérdidas de capital social. La dimensión “desinteresada” de la acción está bien marcada en Bourdieu no como puro altruismo o “ceguera” si no como terreno importante de disputa en el espacio social y simbólico a manera de compensación de desventajas materiales.

Moschella ofrece una lectura más matizada de Putnam y compañía: los “activos éticos”, la confianza, el asociativismo, etc. como forma de no caer en el economicismo. Pero hay que ver aquí y en general en todos los textos de los organismos internacionales sobre promoción y desarrollo social, que las reservas éticas tienen una inmediata valorización “económica” en términos de desarrollo. A la manera del puritanismo protestante pareciera que la “ética” en realidad ayuda a los negocios, y entonces la ética es valorizada también como facilitador económico, que podría considerarse una versión atenuada de economicismo. Sería interesante traer a cuenta el enfoque de Elster (individualismo metodológico y rational choice): la ética se valoriza cuando la anomia hace imposible que nadie ni siquiera los poderosos se vean beneficiados, al revés la especulación con las normas éticas se valorizan cuando la mayoría de la gente cumple con las normas e impera la confianza, es allí cuando el especulador se abusa y saca ventaja de no acatar las normas. Esto explicaría en parte porque el Banco Mundial apoya las políticas más ultraeconomicistas en lo macro y más solidarias en lo micro.